Detrás de las máscaras que forjé
entre tus párpados y los míos,
detrás del horizonte que abría
cada noche entre nosotros
besando otros cuerpos,
callándote si hubiese podido
hasta en el silencio;
quién me iba a ver a mí ahora
con un compás borracho,
y un par de lágrimas antiguas,
abrazando hasta las gotas
que caen de tu aroma;
ese que cuando te das la vuelta
te marca como inolvidable,
centellas que nadie puede apagar;
y que por suerte
(o ya no sé si por desgracia)
hará que no te pueda olvidar.