Me apena este desapego. Esta sensación de que la cordura y la decepción viajan de la mano pise donde pise, y vaya donde vaya.
Veo momentos de crueldad pasando entre nuestros ojos. Caminando entre nosotros los viandantes, ignorados por una multitud gris y amarga. Son como ese aliento frío y punzante que se encuentra en la culpabilidad, y en la muerte prematura que el médico no puede revertir. En el desaliento de lo que no pudo ser.
Ahí están, los veo.
Recuerdos, miradas, lágrimas... corren tras nuestra como un alma hueca y herrumbrosa que con astucia intentamos olvidar, aunque enlentece nuestros sentimientos, los viola y los hiela.
Siento el hueco en las palabras, siento el miedo en los hechos. Miedo a dejar de reaccionar a la injusticia, y miedo por dejar que la misma nos inunde y no sepamos cómo deshacernos de ella.
Nos hemos acostumbrado a ese vacío de la apatía y el inmovilismo empático. Nos movemos erráticos y con pesadumbre, por más que intentemos llenar de vitalidad nuestros pasos. Pero la carga detrás es más grande que la autocompasión y la mentira. Siempre lo fue.
Nos miro y sólo veo una profunda tristeza autoafligida para acabar con la tristeza exterior. Nos llevamos un peso mayor, una piedra de Sísifo más grande, por tratar de, paradójicamente, no soportar ese yugo, ese abuso social que se alimenta de nuestra incapacidad. Pero la culpabilidad siempre nos estará acechando como muerte tras la esquina, en la pesadilla donde el tiempo se paraliza y sólo podemos mirarnos a nosotros mismos, como si fuéramos espejo. Y llorar desconsoladamente, por no haber podido seguir (ni tan si quiera conocer) nuestros propios deseos.
Nos hemos acostumbrado a la imposibilidad, nos han hecho creer que la resignación debe de ser la remesa del día a día; y que adaptarse consiste en sonreir sin motivo para adornar y tapar la negrura. Somos la arruga maliciosa que aparece incluso con maquillaje, el tinte barato que tras el enjuague se desprende.
Anhelo volver a atreverme, a escribir. Aunque, sobre todo, anhelo creer que todas estas energías pueden llegar a servir. Quisiera acabar con esta desesperanza que me consume, y a todos nos paraliza.