Vivir sin sentir sería un sin sentido

"Sé el cambio que quieres ver en el mundo"


Pequeñas pinceladas literarias de rápido consumo


miércoles, 25 de diciembre de 2013

éter

Hay algo sinuoso en los momentos. Algo irreversible e irrevocable en la vida, que traza y une débil pero firmemente todo lo perceptible. Nuestros recuerdos, intensos o pasajeros, cálidos o gélidos, todos se adhieren a un entramado imperecedero que permanece ante cualquier adversidad. La conexión de todo cuanto nos rodea es indestructible, y la única capaz de conseguir que situaciones aisladas cobren un sentido más alla de cualquier apariencia engañosa e ilusoria. Es la demostración más certera y absoluta de la esencia del mundo.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Where am I?

Mi vida siempre se basará en un perpetuo perderme y encontrarme. Mis pasos siempre se aventuran por intrépidos caminos, tan largos que hasta que no veo el final no consigo ubicarme. El final de la escalera es resbaladizo y escurridizo, y mi torpeza me hace descender unos cuantos peldaños al alcanzarlo. El lugar donde habito se encuentra entre la duda y la certeza, barca vacía que arrastra un porvenir tan oscuro como luminoso.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Grita

Es una caricia tan suave que casi parece irreal. Incluso incorpórea. Ideal, alejada de mi alcance. Pero es auténtica, y la siento. En mi corazón, en mis entrañas, recorriendo mi sangre y los poros de mi piel. Y lo más inverosímil es que no hay motivo, como ocurren con todo lo que acaba siendo importante. Ahora vislumbro las luces de las calle, iluminando la oscuridad y negrura que acecha en la noche, disipando el miedo irracional que se regocija en las almas que intentan descansar. Me parecen puntos de inflexión, cambios en la realidad, que necesita y requiere de movimiento de nuevo porque sigue sin poder encontrarse a si misma. Lucha y corre, dibuja rizos perfectos, y los denota de una magia y un brillo que los vuelve soportables. En cambio, sabes que todo aquello es mentira, que quién no conoce algo más que estar perdida eres tú misma, y que las embriagadoras luces solo anuncian un nuevo rumbo que debes acoger.
Eres consciente, y sabes que merece la pena.
Ahora la caricia es un grito. Un grito eléctrico que sacude todas las partes de mi cuerpo. Y me chilla que sople, que vuelva a ser ese viento que apaga el fuego y hace desaparecer la arena y los cristales incrustados en mi ilusión. Vuelve a vivir, me susurra. Y hace tiempo que no me apetecía tanto.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Doble dirección de las palabras

A mí ya me da igual que en el mundo humano solo triunfe el que sepa moverse y relacionarse. No me importa que el creador sea ignorado, ni si quiera que no se observe y que se mire sin ver. Me es irrelevante que las opciones sean escasas, que la única manera de crecer sea con agua envenenada por la injusticia y el egoísmo, y que la lluvia no limpie la negrura porque no sepamos soltar la mugre. Mi indiferencia llega hasta el individuo incomprendido y sin valor frente a una multitud que no se aclara, hasta la poesía descarrillada y rota sin soluciones, incluso hasta la cura de humildad y de autoestima que a veces, en ocasiones distintas, necesito para avanzar en el camino sin pegar demasiados saltos.
Al menos, racionalmente me da igual. Solo falta que emocionalmente tampoco me afecte.

miércoles, 30 de octubre de 2013

No me hago responsable de lo que escriba

Lo extraño es como puedo contarle todo lo que pienso a unas teclas y a una pantalla brillante y parpadeante que nada tiene de comprensiva. Es una barrera, contra todo pronóstico, contra toda fuerza de reacción, que ignora el resto de condiciones. O quiero creer que las ignora, en vez de que las sabe pero no le importa. Las causas y las consecuencias no tienen relevancia en ese momento. Las palabras llegan a mis labios. Abro estos, inspiro, me hago tranquilizar mientras me recuerdo que he echo cosas imperiosamente más complejas y...nada. No puedo. Ojos inquisitivos me observan, esperando una respuesta conciliadora, una revelación insólita... pero solo encuentran el vacío de una tela negra impidiéndome el habla, y las palabras aturulladas y atrapadas en mis resignadas y desesperadas pupilas.
Pero luego llego aquí, porque algo en mi interior me dice que tengo que entrar, una fuerza extrañamente atractiva, creo que en el lenguaje común la llaman intuición; y explico todo esto sin ningún tipo de lógica y preparación, tan natural y espontáneo como una sonrisa humilde o una lágrima traviesa recorriendo mejillas sonrojadas. Y si hay algo más inverosímil e inútil es que no estoy diciendo nada en absoluto, pero siento como si derrochara todo lo que llevo en mis venas azul cianuro.
No, claro que no es suficiente. Sí, claro que me gusta la vida. No, no sé como solucionarlo. Y sí, amo y odio todo como al diablo más bello existente.
Parece que tengo un don para conocerlo todo, pero de nada sirve con una nula creatividad para encontrar respuestas. Definitivamente; apatía, exigencia, y palabras protegidas y escondidas en un manto de inseguridad y desconfianza infundada no son una buena combinación.

jueves, 24 de octubre de 2013

Don't forget

Esa parte que te falta, que añoras y que anhelas sin saber exactamente qué es; ese vacío trascendental que te hace tan irremediablemente desdichada, no es más que falta de compresión. Si nos sentimos completos con una persona es en parte porque nos entiende como alguien nunca podrá entenderse a si mismo. Comprende esas partes que él no puede alcanzar, y a la vez sabe que esa persona nunca entenderá algunas partes que sólo la propia persona puede llegar a conocer. Es un enlace perfecto, todo queda al descubierto, ya sea por una persona u otra. Porque al fin y al cabo, necesitamos tenerlo todo bajo control, ¿no?, es lo que nos gusta de las cosas impredecibles, que nos cuesta comprenderlas y eso supone una dificultad, además de frustración; pero al fin y al cabo, todo se basa en lo mismo, en conseguir manejar todo lo que se nos esté permitido. Just try not to forget it once again.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Mediocridad

Y camina hacia la adversidad una oscuridad incandescente y apresadora,
tan cegadora y opresora que resulta infinita y absoluta.
Y camina hacia la muerte la luz moribunda,
meciéndose entre ráfagas de una profunda inexistencia,
ante la más poderosa y cruel de las eminencias,
la imperturbable indiferencia.
El punto medio siempre es mediocre. No destacar sale caro.

martes, 3 de septiembre de 2013

Intocable

No se trata de la cantidad, sino de la proporción. De la complementación. La cantidad necesaria para un compuesto inmejorable, indestructible; intocable. Pragmatismo contra lo emotivo, afectivo, el desarrollo mental, el progreso. ¿En contra? ¿De que sirve una agudeza intelectual brillante si no se es capaz de actuar a favor de tus pensamientos? Los recursos literarios no son los que te salvan de la inanición; la parálisis puede curarse, tan solo hay que alimentar esos músculos magullados y atrofiados de quedarse dormidos mientras sueñan con andar. Mientras sueñan con vivir. La idea reside en la mente en forma de desiguales emociones y un placer mental que de nada sirve si no puede hacerse real. A si mismo, mover las piernas por una senda no es caminar. Es necesario hacerse con unos mapas cambiantes, unas guías que te indican los caminos que quieres y que debes seguir, la razón. Dar vueltas en círculos, actuando por el bien inmediato y siendo tan natural como la vida misma en un mundo de falsa cortesía, no trae beneficios. Y es ahí donde surge la compenetración de lo cerebral y lo experimental. Lo intelectual y lo objetivo. Incluso del optimismo y el pesimismo, siendo lo mental demasiado perfecto y armonioso y lo real demasiado pobre, solitario, triste, brutal y corto.
No se trata de quedarse adormecido mientras disfrutas del placer exquesito e irreal del arte, ni tampoco de seguir andando y luchando sin ningún tipo de motivación ni motivo si cabe. Afortunadamente, aún podemos caminar mientras nos estremecemos con alguna pieza musical, vemos algún paisaje memorable o incluso nos embelesamos con la sonrisa de una persona amada, sin que eso implique dejar de conocer el mundo que nos rodea en sus puntos altos y bajos. A esa mezcla, yo la llamo vida.

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Hoy es una de esas noches en las que mis manos cogen un lápiz y dejan fluir una constante maraña de palabras sin sentido y sin importancia, de la nada más absoluta jamás existente, de una angustia incandescente que a veces se apodera y amartillea los recovecos más insólitos de un alma nuestra que parece que no se logra encontrar a si misma. Hoy es una noche para la vigilia, los recuerdos, y para las reflexiones de una realidad impura; que nos engaña sobre su ubicación, se esconde, se pierde, me pierde. Dibuja caminos como un niño; difuminados, ininteligibles, imposibles de alcanzar. Se sale de la ralla; los une y los vuelve a separar. Y no solo eso es lo único que posee de niñez nuestra querida y frustrante realidad, pues tal alma caprichosa y engreída posee, que nos trata a expensas de sus deseos; se cansa fácilmente, borra, elimina, crea, destruye, vuelve a difuminar, rompe, dibuja. La realidad no se encuentra, no sabe quién es. Solloza amargamente, y me hace llorar.
Hoy es una de esas noches en la que toda la esencia mágica que tal vez quede en mí es derrochada, desbordada, derramada a borbotones. Extractos de mí que recorren mi cuerpo desde aquel pelo débil que se caerá pronto, hasta la planta dura de un pie que ha vivido intensamente 17 años de su vida. Y da igual cuan mágica y especial sea esa esencia, en conjunto forman un ser mediocre y olvidable. No será recordado, no deja huella, no cala hondo. Un ser que acaricia, pero no acuchilla para dejar marca. No sabe hacerlo.

miércoles, 19 de junio de 2013

Enlaces iónicos.

Una ráfaga. Ojos verdes, ocres. Me miran, penetran, arañan. Sonríen, me sonríen. Una luz; cálida, envolvente, llena la sala de surcos de labios, de sonrisas, de magia, de corazones entrelazándose, uniéndose. Son uno, juran. Se combinan, se abrazan, se complementan. Uno cede, el otro adhiere. Todo estalla de luz, felicidad, calma, estabilidad. Nada que temer, forman la red cristalina más resistente jamás vista. Escudos de corazones, espadas de esperanza.
Pero en el fondo, en lo más hondo, no supone nada. Tienes que pensarlo para percatarte de la belleza de tu situación. ¿Tienes que pensarlo? El enlace es irreal, está desgastado, debe romperse. Las almas se separan. Vuelven a estar incompletas, tal vez nunca estuvieron llenas del todo. Quizá solo esperen más. Un espíritu lo suficientemente fuerte como para matarte con solo rozarte.
Y un día taciturno, reflexionando en tu vacía cama, te acuerdas. Rememoras todos tus recuerdos perdidos. Imágenes guardadas en un baúl del que desconocías su existencia. Vuelves a saborear el sabor de la derrota, pero también el del triunfo. Recuerdas todas tus emociones. Resurgen de las cenizas. Ya nada es pasado. Ahora no existe el tiempo. Recuerdas otros amores, los que tú consideras de verdad. Fuertes, extasiantes, pasionales y egoístas. Dolorosos, crueles, obsesivos e imperdonables. Pero no suponen nada. No significan nada, no logras advertir atisbo alguno del ayer. Y entonces recuerdas el enlace. Los ojos verdes, ocres. Las miradas y las sonrisas. El estómago se revuelve, llora flojito, pero llora. Añora, anhela, desea. No es fuerte, nunca lo fue, pero al menos fue. Consiso pero real. Sigue existiendo a pesar del tiempo, y está guardado en una cajita, donde picotea, quiere salir, pero es muy pequeño. No mata, no muerde, no tiene la suficiente intensidad, pero es real.
Y entonces es cuando te preguntas, flor del desierto, cual es el amor verdadero; el que nace del fruto del deseo o el dulce y duradero.

sábado, 15 de junio de 2013

Oxidada

Angosto. Intenso. Ensordecedor. Embriagador. Frágil. Idílico. Lágrimas putrefactas escapando de la cerradura de mi anestesiado y podrido corazón. La oxidan. La debilitan. La rasgan hasta abrirla. Miles de sentimientos, sensaciones, emociones guardadas en los baúles más antiguos y olvidados vuelven a resurgir. No me atrevo a reflexionar sobre ello. Ni tan si quiera soy capaz de entrever si me gusta volver a tener llena el alma, aunque sea de "quizás", o de vanas prohibiciones. Tan solo imposibles, prados llenos de hojas en cuyo envés llevan escrito "no puede ser". Pero prados irresistibles, cómodos y óptimos para despertar el subidón de adrenalina necesario para tener una vida completa. Sin embargo, no es difícil percatarse de la realidad de aquellos bosques, todo ápice que me rodea está lleno de pequeños cristales. Trozos casi invisibles de vidrio que perduran y rompen la magia, recordándome que aquello no es para mí. ¿Por qué iba a serlo? ¿Lo merecía? ¿Desde cuando lo mediocre merece algo idóneo? Me asiento, me tumbo, me duermo. El aire acaricia mis mejillas, me impide despertarme. Puede que sea casualidad, puede que Dios me esté ayudando a que aquellos momentos de dulces mentiras prevalezcan en la medida de lo posible. Despierto. La cerradura está intacta de nuevo. La llave, en el prado. Tal vez alguien paseando la encuentre, y vuelva a abrir la cerradura. Mientras todo lo que haya dentro sea negro, opaco y vacío no hay problema, solo hay que esperar a que vuelva a cerrarla por asco, decepción, o en el peor de los casos, miedo. Me seco las lagrimas, ahora solo agua salada. La única prueba material de lo ocurrido. Proceso de congelación completado.

domingo, 24 de marzo de 2013

Principio relato de lengua (mitología)

La brisa que entraba por la ventana en aquella noche de invierno era gélida y cortante, y mis labios agrietados podían dar fe de ello. Me di la vuelta y la estancia me siguió resultando igual de familiar que de costumbre. La casa de mis abuelos, tan ordenada y limpia como siempre, sin ningún recoveco donde se escondiera alguna pelusa rebelde; con su tranquilizante olor a pan recién hecho; llena de recuerdos en cada parte y en cada objeto que se pudiera vislumbrar. Toda mi infancia se podía resumir en aquella casa, y en las tardes en las que después de rezar a los dioses olímpicos, iba a recoger flores con mi padre para hacer un ramo y regalárselo a mi madre. Decidí eliminar de mi mente por el momento aquellos recuerdos, todos traían a mi mente imágenes de mi madre, y esas a su vez hacían que mis ojos se anegaran de lágrimas... solo Dios sabía cuanto odiaba la guerra desde que murió.
Me di la vuelta para volver a dejarme llevar por el maravilloso cielo que se extendía por toda Atenas, y en ese momento ocurrió. Una estrella fugaz apareció con su brillo estelar y desapareció aún más rápido que lo que tardó en aparecer, dejando el cielo tan oscuro y en calma como si no hubiese pasado absolutamente nada. Me sorprendí a mi misma sonriendo y recordando viejas profecías y tradiciones, mitos que mi difunta madre solía contarme antes de dormir para poder conciliar los sueños más alegres y agradables del mundo. Éste en concreto era de los más bonitos y maravillosos que sabía, ya que estaba plagado de sonrisas y de la felicidad de un Dios humilde y benévolo. Tardé escasos segundos en decidir seguir la tradición familiar y contarle a mi hijo este mito, tan solo para poder disfrutar de su dulce sonrisa mientras se le cerraban los ojos al caer rendido; afortunadamente era de noche, y tuve la suerte de encontrármelo aún despierto y jugando con unas antiguas muñecas de porcelana. Lo acosté en la vieja pero aún cómoda cama de mi abuela mientras le tatareaba una melodía para que se tranquilizara.
-Hijo, tengo una historia que contarte, una historia que ocurrió hace mucho tiempo atrás, cuando ni si quiera la abuela había nacido.
Me miró con los ojos expectantes que solo un niño sabe poner, y en ese momento fue cuando supe que no me equivocaba al contarle esta historia.
- Cuenta la leyenda que existió un Dios, un Dios que fue engendrado por error y al que, al ser considerado escoria, ni si quiera le pusieron nombre. Este Dios creció apartado de todos sus iguales, en la más inmersa oscuridad, pues incluso Apolo, creador de la luz y del calor, creía que era una vergüenza para todos ellos y que debía permanecer en el más absoluto olvido. Dedicó su vida a fisgar al resto y aprender de sus técnicas para realizar cosas inigualables (como la creación del universo). Un día, harto de que su vida fuera tan monótona, solitaria y triste; decidió visitar aquel universo que sus "compañeros" habían creado, así incluso podría llegar a descubrir si tenía algún poder especial como Apolo; cosa que, por otra parte, dudaba bastante. Nada más llegar se enamoró perdidamente de la tierra. Le parecía un planeta precioso y rebosante de vida, incluso en su fuero interno agradeció a sus iguales el haber creado tan compleja y bella forma de existencia. En especial, los humanos le resultaron el doble de curiosos que el resto, al ser si cabe más complicados que el resto de seres vivos. Fue entre ellos donde descubrió su hasta entonces oculto poder.
La parte de la tierra que más le fascinaba era la oriental, por la cultura tan diferente que parecía tener. Corría un día lluvioso por aquellos lares el día que descubrió este planeta. El Dios, muerto de curiosidad y exhausto de esperar, decidió acercarse más a los humanos, hasta que estuvo tan cerca de ellos que los más avispados pudieron percatarse de su presencia. Pero lo increíble de esto fue que, tras mucho probar, se dio cuenta de que cuando estaba cerca sonreían muy alegremente y parecían victimas de un ataque repentino de felicidad. Sin razón aparente. Y si esto sorprendía al Dios, lo hacía aún más el hecho de que cuando él mismo sonreía, unos halos de luz rápidos y cálidos aparecían en cielo alumbrando el planeta, como si de un relámpago de esperanza se tratara. ¿Qué podía ser esto? ¿A que se debía? ¿Acaso había descubierto su poder? ¡Increible! ¡Tenía un poder! ¡Era especial! pero, ¿Cómo podía ser aquello cierto si siempre había sido despreciado? Nada parecía tener sentido, pero él era feliz. La sensación que le recorría el cuerpo cada vez que hacía sonreír a alguien era casi eufórica, ¡Y solo con su presencia! realmente, parecía todo perfecto, pues el hacer feliz le hacía a él mismo dichoso, así que ningún problema acechaba entre las sombras. O, al menos, eso parecía; hasta aquel día.
El sol abrasaba aquella tarde de un angosto verano, pero eso no era un impedimento para el Dios porque las playas estaban a rebosar de gente. Normalmente no se solía fijar en nadie en especial, todos eran lo suficientemente importantes como para alegrarles, pero aquel humano destacaba indudablemente entre todos los demás. Su semblante taciturno y hosco era tal que el Dios pensó que debía de sorprenderse hasta él mismo de su propia tristeza. Sin vacilar un segundo, decidió ponerse a la vera del hombre, tan cerca que podía percibir su respiración entrecortada y nerviosa; pero, a pesar de todo, nada cambió en su rostro. Ni un solo atisbo de emoción o de alegría apareció en sus ojos y sus comisuras no se curvaron. De hecho ni se inmutaron. ¿Qué estaba pasando? Una especie de ira invadió al Dios, que empezó a sentirse inútil. No, no podía ser. no podía permitirse la opción de fracasar en aquello que creía que se le daba bien. Algo fallaba. Y entonces, por primera vez en su vida, decidió fijarse bien en el mundo que le rodeaba, y lo que descubrió rompió toda su esperanza.
El mundo era un lugar sombrío. No por el planeta en sí, lleno de belleza y de vida, sino por los propios humanos, aquellos que a pesar de ser los únicos que podría ser capaces de percatarse de la belleza del mundo, gastaban su vida en preocuparse de cosas realmente banales. Eran egoístas, tristes y desconfiados. Luchaban entre ellos, se les había olvidado el ser empáticos y altruistas, todo se caía y ni si quiera se daban cuenta cegados por su orgullo. El mundo estaba descompensado; algunos morían de hambre, otros comían de más. Algunos no tenían hogar, otros tenían varias propiedades; pero lo peor, es que los que tenían querían cada vez más hasta el punto de robarle al que no tenía ni para sobrevivir. La naturaleza empezaba a morir, y las personas se preocupaban por conseguir unos papeles alargados llamados billetes que parecían indispensables. El Dios no pudo soportar esto, y huyó. Maldijo a sus iguales por crear tal mundo, en el que la belleza era inútil y la maldad gobernaba, y lloró. Lloró amargamente. Lloró por aquellos seres que, a pesar de ser los primeros y únicos en recibir su amor, le habían traicionado.
Después de la tormenta, como siempre dicen, llega la calma, y el Dios no iba a ser una excepción. Tras sufrir durante días, se tranquilizó y empezó a endurecerse y a enfriarse hasta el punto que consideró la opción de que ya los humanos no le importaban. Todo se asemejaba a una especie de calma en la que no se sufría pero tampoco se era feliz. Al menos, podía controlar sus impulsos; hasta ese inesperado día. Estaba medio adormilado cuando el sonido le impactó. Era una risa, estaba seguro. Una risa de una niña, y venía de la tierra. Se le anegaron los ojos de lágrimas, recordando cada una de aquellas risas que había conseguido sacar tantas veces. Tras mucho reflexionar decidió acercarse a la tierra, tal vez con la vana ilusión de encontrarse con un mundo cambiado; pero, por supuesto, no era así. Sin embargo, algo le sorprendió, algo que había olvidado y que no tuvo en cuenta la otra vez. Había cosas horribles e imperdonables en aquel mundo, era innegable. Pero detrás de aquellas manchas oscuras en la historia del ser humano, se escondían unas manchas blancas y casi invisibles pero no por ello no estaban ahí. A pesar del egoísmo, aún seguía habiendo amor. A pesar del dolor, las risas podían todavía escucharse por las aceras. Si el mundo era imperfecto, es porque el humano en esencia también lo era, pero, ¿Tenían ellos la culpa?. Fue entonces cuando tomó la decisión que marcaría su vida por completo.
Dedicaría su vida a mejorar el mundo, y a enfrentarse y proponerse nuevos retos para crear una sociedad más propensa a la felicidad. Pero no solo eso, sino que también recompensaría a aquel humano que hiciera el bien. Así fue como, cada vez que algo iba mal o alguien contribuía al bien común, el mundo era ayudado por una fuerza misteriosa e inagotable que realmente los quería y que se preocupaba por ellos, y cada vez que algo realmente precioso ocurría en la tierra, el Dios sonreía y un halo de luz bañaba el planeta de manera misteriosa, en cierto modo para que las personas supieran que detrás de todo hay alguien que realmente velaba por ellos. Hoy en día, estos halos de luces son conocidos comúnmente por estrellas fugaces; así que hijo, ya sabes, cuando veas una, sonríe al cielo, es el mejor regalo que le puedes dar a alguien que solo conoce el placer de hacer feliz.

viernes, 8 de marzo de 2013

I'm your mind giving you someone to talk to.

Tan solo dime, dulce alma solitaria, ¿sabes lo que es vagar en el olvido? donde todo se transtorna y se vuelve inverosímil y cegador, al fin y al cabo, tan solo te queda tu mente. Pero cuéntame, elixir del diablo, ¿Existimos si no somos recordados? ¿Llegaría a importar algo de lo que logramos si nunca nadie es consciente de ello? Somos instantes, mi amargo elixir. Instantes perdidos en las mentes de personas que ni si quiera conocemos. Miradas fugaces en andenes cuyos nombres nunca supimos. Serás odioso si así se refieren a ti, y viceversa. Esa es la verdad. La verdad absoluta. El concepto "verdad" ha derivado hacia "lo que todo el mundo llega a creer", ansiado delirio, aunque sea duro de aceptar. Sin embargo, y sin más demora, si lo único que importa son los recuerdos, recuérdame con anhelo, pues si existo, asegurarás también tu existencia al no poder dejar de pensar en ti.

lunes, 4 de marzo de 2013

Inesperado

Sabéis lo que es la sensación de sentirse perdido, estoy segura. Tendríais mucha suerte si siempre sabéis a donde vais, demasiada posiblemente. Sí, me refiero a ese angosto caminar haciendo "eses" entre todos los caminos existentes sin poderte decantar por uno propio. Andar, incluso correr, hacia ninguna parte, sin ningún lugar al que llegar, sin tan si quiera saber donde estás pisando. Os he refrescado la memoria, ¿cierto? me atrevería a jurar que mucho lo tenéis tan presente como yo en estos instantes. Sin embargo, aunque pueda parecer inédito, quiero estar así. Más bien no me queda otra. Decidme, ¿cuando ha sido agradable cambiar? Cambiar implica adaptarse a cosas nuevas que antes no estaban presentes, y eso produce miedo, algo con sentido teniendo en cuenta que el miedo nos prepara para situaciones de peligro...pero, ¿Hasta que punto puede resultar desagradable cambiar? ¿Resultaría incómodo e incluso fastidioso cambiar algo malo? ¿Algo que no lleva a nada? Al parecer sí. Estoy tan acostumbrada a andar sin rumbo, que se me ha olvidado hacer otra cosa, y si tengo la oportunidad de seguir un camino lo esquivo porque tengo miedo de cómo será tener "algo que hacer". El pirata borracho siempre amará la mar, y desechará cualquier tipo de tierra, ¿no?

sábado, 2 de febrero de 2013

Tan sólo se trata decir lo que quieres que oigan

Un temblor espontáneo y continuo le sorprendió al cruzar la calle. Un hedor putrefacto vagaba por las calles de una Barcelona sumida en el más profundo silencio. Los rostros ensombrecidos de una población ruda y fría se clavaban en su corazón asemejando al dolor de una daga en llamas. Realmente creía comprenderlo, era bastante sencillo. Sus manos, viejas y arrugadas, mostrando el trabajo de una larga vida de sufrimiento. Sus labios, magullados, agrietados e incoloros; parecía que se desvanecerían si dejaba de mirarlos. Sus ojos, inexpresivos y penetrantes, un pozo sin fondo que escondía la más oscura de las pesadillas. Todos cargaban con el peor de los equipajes, uno pesado y cargante, la vida. Ahora, después de todo, parecía entenderlo. Realmente creía comprenderlo, tantos años de entrenamiento y psicoanálisis no podían haber sido en vano. Lo irónico es que todo ese dolor era causado por ellos mismos. Una raza condenada al fracaso no por la selección natural sino por ellos mismos. Suicidas, podría decirse. Y es que no hay forma más cruel y despiadada de matar que la falta de esperanza. Ver como se construyen fachadas en vez de corazones. Ver como se construyen palabras en vez de besos. Ver como se construyen billetes en vez de pensamientos. Y lo peor de todo, ver como la ilusión por cambiarlo se desvanecía. Al fin consiguió comprenderlo.

miércoles, 9 de enero de 2013

But it's not a sacrifice

Venga. Otra vez me pongo "Sacrifice" de Elton John y a esperar que las palabras fluyan. A veces simplemente por nada en especial, sin decir nada en concreto. Solo paz interior y la tinta líquida del bolígrafo. Dicen que es la esencia de escribir, que es cuando realmente escribes lo que eres y lo que tienes dentro de ti. En ocasiones cosas que ni si quiera sabes que existen.

No, no me apetece conocerme. No es interesante, al menos no lo soy en este instante. Sólo sentimientos derrochándose a borbotones. Un motor inagotable e incandescente que expulsa ese recoveco perdido de mi mente del que incluso desconozco su posición exacta. Tampoco me importa. En estos casos es mejor centrarse en las consecuencias que la causa. Bastante raro por otra parte.

Otro año ha pasado. Es que me sigue pareciendo increíble como se me pasa el tiempo. Se dice que eso es bueno porque significa que lo aprovechas. Sinceramente así lo siento y no puedo estar más orgullosa. Aunque se podría decir que siento que aprovecho todo momento mientras esté sintiendo algo, por tanto prácticamente se podría decir que aprovecho cada momento que experimento. O eso quiero creer. Mientras me lo crea supongo que no hay problema.

Mmmm... Some things look better babe just passing through. Que razón tenía Elton John. Males siempre vamos a tener, siempre pensé que es el precio a pagar por tener momentos felices (que en mi caso forman la esencia de la vida). Es una consecuencia de tener la suficiente capacidad cerebral como para sentir. Todo tiene un precio, y siempre me pareció justo. No puedes elegir el precio, pero si puedes elegir como lo pagas. No puedes elegir la verdad, pero si tu actitud frente a ella. Si vamos a tener males, que menos que no tomárselo demasiado en serio. Al fin y al cabo, no merece la pena.

Oh, se acaba la canción. Otra vez le agradezco al grande Elton John y a la magia de su voz y de su música lo que forman en mí. Algún día he de pagárselo de alguna forma, ¿O ya se lo pago viviendo?

martes, 1 de enero de 2013

Be positive my friend

No creo que haya nadie medianamente normal que no quiera ser feliz. De hecho, creo que muchos de nosotros centramos nuestra vida en buscar la forma idónea para ser feliz el mayor tiempo posible; y normalmente esa forma suele ser una en la que haya una ausencia total de dolor, que es lo que se supone que nos impide encontrar ese estado de absoluta felicidad. Se dice que la manera ideal de conseguirlo es mediante la positividad o la esperanza, pero yo no creo que sea exactamente lo mismo. Para ser felices y no sentir dolor, tenemos que estar contentos con nuestras vidas, eso es vital; sin embargo, es imposible estar conformes con nuestras vidas en cada momento, las cosas cambian, y no siempre para bien. Entonces...¿Como podemos ser felices si no podemos estar conformes siempre y eso lleva al dolor? A veces, somos positivos porque creemos que así podremos cambiar las cosas de nuestro mundo que consideramos malas; sin embargo, la esencia de ser positivo es encontrar cosas buenas en aquello de nuestra vida que en un primer momento creíamos que estaban mal, y centrarnos en ella. Siendo positivo no cambias tu mundo, cambias tu forma de ver el mundo; y tu forma de ver el mundo y de pensar, en definitiva, eres tú. Es eso, precisamente eso, lo que me hace feliz, porque, como dijo Buda "El dolor es inevitable, el sufrimiento opcional"