Parece que estuviese prohibido
sentir,
reír;
tus ojos como un oasis
que no quiero mirar,
y quizá me quiebro,
quizá descubres que tu espina
se clava ahí adentro
como una forja de hierro.
Parece que estuviese prohibido
sentir;
mentir
como nueva forma de tocarte
y esconderme entre mis dedos,
enmudecer
y convertir en cortina mis labios,
en sellos.
Eternas palabras se me traban
sin alzar al vuelo, son barro;
y del barro al veneno
sólo hay un paso;
pero mira, lo siento,
te quiero;
he roto el pacto
con tus labios y mi cuello,
y ahora me queda vivirme entera
sin la otra mitad que me queda,
coserme
con la parte de mí que me invente.
No llores, estoy acostumbrada:
a veces soy hilo y aguja,
otras solo espada;
y algunas nudos en la garganta.
Por eso me cuesta hablar,
por eso no hablo y exploto,
y escribo y lloro y sangro
todo lo que antes no pude,
mis versos son viejos
y su mensaje ya rancio
y sordo.
Parece que estuviese prohibido
sentir,
vivir;
o quizá solo lo esté para mí.
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