Miedo adyacente.

La calidez que recorría mi cuerpo era lo suficientemente agradable como para hacerme suspirar. Sus manos me tocaban provocando fuego y furor en mis mejillas, mientras sus ojos traspasaban los míos, viendo mi interior.

_¡No! grité, pero él no me escuchó, y si lo hizo, le importaba poco.

...Ya no está aquí, se fue. Le advertí que no lo hiciera, que no descubriera cuan grande era la oscuridad y la maldad que yacían en mi interior, mas no me hizo caso, y pago las consecuencias con su horrendo miedo.


Si no te quiero enseñar más de mí, es por algo.




~~ Quién no sabe quién es, no sabe nada ~~