Vivir sin sentir sería un sin sentido

"Sé el cambio que quieres ver en el mundo"


Pequeñas pinceladas literarias de rápido consumo


martes, 3 de septiembre de 2013

Intocable

No se trata de la cantidad, sino de la proporción. De la complementación. La cantidad necesaria para un compuesto inmejorable, indestructible; intocable. Pragmatismo contra lo emotivo, afectivo, el desarrollo mental, el progreso. ¿En contra? ¿De que sirve una agudeza intelectual brillante si no se es capaz de actuar a favor de tus pensamientos? Los recursos literarios no son los que te salvan de la inanición; la parálisis puede curarse, tan solo hay que alimentar esos músculos magullados y atrofiados de quedarse dormidos mientras sueñan con andar. Mientras sueñan con vivir. La idea reside en la mente en forma de desiguales emociones y un placer mental que de nada sirve si no puede hacerse real. A si mismo, mover las piernas por una senda no es caminar. Es necesario hacerse con unos mapas cambiantes, unas guías que te indican los caminos que quieres y que debes seguir, la razón. Dar vueltas en círculos, actuando por el bien inmediato y siendo tan natural como la vida misma en un mundo de falsa cortesía, no trae beneficios. Y es ahí donde surge la compenetración de lo cerebral y lo experimental. Lo intelectual y lo objetivo. Incluso del optimismo y el pesimismo, siendo lo mental demasiado perfecto y armonioso y lo real demasiado pobre, solitario, triste, brutal y corto.
No se trata de quedarse adormecido mientras disfrutas del placer exquesito e irreal del arte, ni tampoco de seguir andando y luchando sin ningún tipo de motivación ni motivo si cabe. Afortunadamente, aún podemos caminar mientras nos estremecemos con alguna pieza musical, vemos algún paisaje memorable o incluso nos embelesamos con la sonrisa de una persona amada, sin que eso implique dejar de conocer el mundo que nos rodea en sus puntos altos y bajos. A esa mezcla, yo la llamo vida.

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Hoy es una de esas noches en las que mis manos cogen un lápiz y dejan fluir una constante maraña de palabras sin sentido y sin importancia, de la nada más absoluta jamás existente, de una angustia incandescente que a veces se apodera y amartillea los recovecos más insólitos de un alma nuestra que parece que no se logra encontrar a si misma. Hoy es una noche para la vigilia, los recuerdos, y para las reflexiones de una realidad impura; que nos engaña sobre su ubicación, se esconde, se pierde, me pierde. Dibuja caminos como un niño; difuminados, ininteligibles, imposibles de alcanzar. Se sale de la ralla; los une y los vuelve a separar. Y no solo eso es lo único que posee de niñez nuestra querida y frustrante realidad, pues tal alma caprichosa y engreída posee, que nos trata a expensas de sus deseos; se cansa fácilmente, borra, elimina, crea, destruye, vuelve a difuminar, rompe, dibuja. La realidad no se encuentra, no sabe quién es. Solloza amargamente, y me hace llorar.
Hoy es una de esas noches en la que toda la esencia mágica que tal vez quede en mí es derrochada, desbordada, derramada a borbotones. Extractos de mí que recorren mi cuerpo desde aquel pelo débil que se caerá pronto, hasta la planta dura de un pie que ha vivido intensamente 17 años de su vida. Y da igual cuan mágica y especial sea esa esencia, en conjunto forman un ser mediocre y olvidable. No será recordado, no deja huella, no cala hondo. Un ser que acaricia, pero no acuchilla para dejar marca. No sabe hacerlo.