Vivir sin sentir sería un sin sentido

"Sé el cambio que quieres ver en el mundo"


Pequeñas pinceladas literarias de rápido consumo


domingo, 31 de mayo de 2015

Retroalimentación

La fuerza de lo circular, la permanente e imperecedera circunferencia que estructura cada contorno visible (y los que no vislumbramos también, sería ingenuo pensar lo contrario). Cómo damos vueltas, cómo oscilamos entre lo similar. Cómo volvemos, retrocedemos; sin ni si quiera frenar, sencillamente alimentando lo que con anterioridad se produjo. Sólo recordamos lo que nunca sucedió porque no hay forma de que suceda y anhelamos lo improbable, amamos lo intangible. Todo ocurre, y todo se vuelve a nutrir con el ímpetu de un reencuentro.
¿Por qué no alimentar el amor de nuestros incandescentes latidos, entonces? Amando amar; recreándose, resurgiendo y emergiendo entre sus dedos: única forma de encontrar el amor en lo exterior. Para asombrarse del brillo de la vida tenemos que ser capaces de sacar el pincel y tintarla de nuestra propia purpurina.

viernes, 29 de mayo de 2015

De espejos y de almas

Un espejo. Un reflejo de nuestros ojos, y nuestras pupilas uno de nuestra alma (si es que tuviésemos). Cuántas veces habremos oído esa frase, que somos un espejo del mundo, que lo que nos rodea nos influye en una simbiosis mutua (de alguna forma tú también retocas la circunstancia, dotándola de ciertos colores, moldeándola y ajustándola a la forma de tus manos).
Un espejo. ¿Por qué podríamos, además, serlo? ¿Cómo identificarnos con el brillo plata de sus rasgado cuerpo de mercurio? ¿Y si hay que cambiar la perspectiva? Tal vez no se trate de encontrar las similitudes del mundo detrás de nuestros actos. ¿Y si es el mundo el que se ajusta a nuestro carácter?
Tantos adjetivos, tantas maneras de definir, de etiquetar, de separar y ordenar cada ápice que observamos. Orden como necesidad, no lo niego. ¿Y en base a qué conseguimos esquematizar? ¿Cuáles son las características que tratamos de buscar en todo lo que analizamos? ¿Qué es lo que resurge en una palabra, una sonrisa, una mirada, una ráfaga de viento rebelde; que hace que automáticamente le apliquemos una idea al objeto en cuestión, y contribuyamos a nuestra construcción del mundo?
La existencia es ardua, nuestra imaginación limitada. Encontramos en las personas diferentes rasgos que hace que los reconozcamos de cualquier otro ente posible. Hipocresía, rebeldía, bondad, belleza, inteligencia, perspicacia, rudeza... son algunos de los aspectos que nos gusta aplicar y permanecer así tranquilos, en sinergia con el mundo y con nosotros mismos, preservando esa ingenua seguridad que se convierte en una necesidad ciega para continuar el camino.
Definir a alguien con ciertos adjetivos es reduccionista, ya lo sabemos. La pluralidad del ser humano se adivina entre cada conversación casual, entre las distintas reacciones al mismo estímulo. Miles de facetas para un mismo cuerpo, a veces tanta paradoja me resulta fascinante y otras frustante. Paradójico también.
Todo esto me lleva a pensar que cada proceso de diferenciación que usamos para calificar es fruto de nosotros mismos. Que nuestra capacidad para observar cobardía en algunos, hipocresía en otros, y amabilidad en otros cuantos; no es más que la potenciación y personificación de un rasgo que sabemos se encuentra en este alma nuestra que en ocasiones me sorprende que pueda caber en nuestro cuerpo. ¡Somos todo y no somos nada!

miércoles, 20 de mayo de 2015

Poesía

Me vanagloria saber,
que ciertas cosas no se desgastan.
Me vanagloria encontrar,
y con un enrojecido estupor afirmar,
que en la memoria perduran,
matices que no envejecen.
Que al contrario de lo usual
consiguen emerger,
acrecentarse, alimentarse;
y alimentan de orgullo y efímero placer,
las almas que de caminos y arrugas,
en el tiempo parecen querer enterrarse.

Tal vez sea cosa de mi espíritu,
que siente la poesía en sus desgarradas carnes.
Que sin pensarlo dos veces,
en su ceguera insatisfecha,
en la ilusión de una juventud aún imperecedera;
perece de resplandor
en la guía que la palabra le otorga.

Por más pasos que se entrecrucen,
entre eternos pies sollozando.
Y por más pestañeos que mis ojos,
brinden al viento y al tiempo,
en una vida que de vez en cuando,
nos miente esculpiendo en nuestras frentes,
las duras palabras de la senitud;
la oscura incertidumbre,
de que no haya duda en el desaliento,
que pueda resurgir entre nuestros escombros.

Creo que he dejado de explicarme;
pero que si la rudeza del ya no tener nada que aprender,
la crueldad de que resulte extraño e incoloro
el que haya algo más que nos pueda aportar,
se hunde en la miseria de su propia concepción,
se desgrana su afilado contorno,
cuando la poesía emerge entre los escombros,
para recorrer nuestros ojos cansados,
y hacernos palpar en nuestro interior,
un revuelo insano que huele a infancia;
que se asemeja a la luz y al brillo,
del amor en ese atardecer de junio,
que sellaron tus labios al compás de las olas.

Sigo pensando que tal vez sea ceguera,
que la sordera que me enmudece,
me deja sin aliento,
ensombrece el olor de lo real,
y me impide lo tangible tocar.
Pero que por más velos que tapen mis córneas,
por más que desquicien hasta el desengaño;
ya no sé como hacer que lo entiendas,
pero poesía,
te eligiría entre cualquier mecenazgo.

sábado, 9 de mayo de 2015

My pillow

No se trata de ausencia, no busques entre parásitos dormidos de recuerdos olvidados. Hay una tibia férula de rosto ocre y fina mugre, de sustancia adherente que amarrada se entreteje; que mis ojos funde en el color blanquecino de una ceguera sorda, de un regusto al hedor de la soledad. Es delgada y flexible, fácilmente adaptable al contorno de tus caderas; a la escarcha de tus desgastadas articulaciones de marfil. Y te sume, y te envilece. Y la duda te conquista, porque tal vez el desconcierto de estar donde no se está realmente no es más que una pútrida muerte en vida.
Y no consiste en no saber caminar, pues has conocido otras sendas vestigiales que incluso se convirtieron en tus zapatos, alegando la pureza de una verdadera confianza.
Y tal vez sepa como arder en este mar pero las llamas no consiguen encender la lámpara de mis latidos.
Que curiosamente no me ausento, pero poseo todo excepto a mi olvidada alma en vilo.