Vivir sin sentir sería un sin sentido

"Sé el cambio que quieres ver en el mundo"


Pequeñas pinceladas literarias de rápido consumo


domingo, 28 de febrero de 2016

Vestido negro

Si estuvieras limpio,
lleno de algodón y envuelto en seda,
brillando en la cama,
haciendo envidiar al sol con tus luciérnagas.
Si no tuvieras sombras,
ni oscuridades que dibujaran tus pestañas;
azabache petroso en tus párpados,
que todos tus miedos pintara.
Si no tuvieses garras,
detrás de esas manos suaves y delgadas,
que maquillasen de luto
negras oscuridades, lentas lágrimas;
esos frígidos garfios,
que a ti mismo arañaran,
cuando todo te parece tan absurdo
como la propia existencia,
o la ansiada necesidad de besar(me)
sin recordar el mañana.

Quiero decir,
que si no tuvieses esas negruras,
esos defectos,
tan característicos y despreciables,
esos tics
en las cejas cuando sonríes,
esa manía de mirar abajo
cuando el rubor alcanza tus hoyuelos,
esa obsesión
de mirar al suelo pisando el cielo,
de mirar al cielo cuando el suelo te busca
o cuando te busco yo
enredándome en tu pelo;
probablemente no te querría de esta forma
tan fuerte y libre como el fuego,
tan abstracta que veo sus contornos
jugando con lo concreto,
con ese material inmaterial
que en tus pasos huelo
y en tus besos siento.

Es como si toda la luz
que descargas,
que recitan tus palabras,
llevara un vestido negro.
Lleno de harapos y desgarros,
de mugre y hiel en las costuras,
de frío y suspiros en sueños;
pero, vaya,
¡Qué bien te sienta!
qué forma le da a tus curvas,
qué comisuras mas jugosas,
qué ojos y miradas más intensas;
qué único se vuelve tu arte,
con tus matices como dueño.

viernes, 19 de febrero de 2016

Me faltan poemas

Dejarte fue
como arrancarme las entrañas,
arrancando tus semillas de mis frutos.
Como arrancarte la piel,
que araña,
mientras caen mis uñas a pedazos.
Como tus playas sin arena;
como arrancarte arrancándome,
de mis labios y pestañas.
Como quemarte quemándome,
y supiese distinguir la diferencia.

Dejarte fue
algo así como romper los espejos
por no saber reconocerme.
Como no saber ver aun mirando,
porque me faltasen ojos
y miradas.
Fue perder los pies,
o el camino.
Fue el destino jugando sucio
con la crueldad a su vera,
con el azar y la suerte de su parte,
y la sonrisa a su espalda
malévola,
mientras no sólo nos obligaba a ser sombras
y cenizas,
sino que tendría que ser yo
la que cerrase los ojos
y esperase a que las horas
y el viento
te arrastrasen.

Dejarte fue
aprender a olvidar la memoria.
Aprender a construir
con dos manos menos.
Fue detener el anhelo,
febril e incontrolable,
de sentir que cada esquina tiene tu nombre
y detrás tu huella y aliento.
Fue perder la esperanza
de encontrarte
ese día (y todos) en la estación,
con el viento conversando con tus cabellos,
y los pájaros envidiando tus alas,
y la nostalgia pintando tu cansancio
de lágrimas vacías y saladas.
Añoro tu sal en mis lágrimas,
ahora duelen como sombras
amargas,
como mis talones
paralizados en tus sábanas.

Y ya ni los versos gritan
ni melodiosos cantan,
me faltan poemas,
me sobran palabras.

lunes, 15 de febrero de 2016

Donde estés te quiero libre

Te quiero libre
sin ser de nadie,
que no seas tu misma.

Adoro tus defectos
siempre que no te rompan 
las pupilas,
y te cieguen en el intento
de descubrirte sola, 
y desnudar la vida.

Adoro tus virtudes
siempre que no te venden,
y te hagan elegir con destreza
y sabiduría,
cómo renovar fuerzas
y emprender el cambio, la mejora;
renovar, ser menos estela;
y más tú, construída.

Adoro tus miedos
siempre que se conviertan en fuego,
y motor de la chispa;
de luces entre escombros,
de pupilas encendidas,
y no te encierren en la sombra
de una incertidumbre
que sólo tú tejes,
y respiras.

Adoro que tus labios griten,
y que tus ojos lloren,
y que tus manos arañen,
porque cada vez que despiertas
puedo verte más de cerca,
más real, todavía.

Más tu cuerpo, sin cárcel
ni rendijas.