Vivir sin sentir sería un sin sentido

"Sé el cambio que quieres ver en el mundo"


Pequeñas pinceladas literarias de rápido consumo


miércoles, 15 de julio de 2015

Medicine



Medicina. En cualquiera de sus múltiples formas y concepciones, siempre la he visto como un vínculo. Una manera de unir esas sensaciones e ideas que surgen de entre diferentes circunstancias, emergiendo; y la práctica tangible, el resultado inmediato y físico ante un estímulo determinado. Un modo de conseguir trascribir, de dejar translucir tus emociones, tus impulsos de bondad, el orden en (y hacia) el que crees que debería caminar el mundo; hacia la utilidad más clara, hacia lograr canalizar un problema concreto, y encontrar resultados visibles a tus expectativas.
Muchos creen que el médico no puede entender, e incluso no puede vivir la enfermedad como un paciente. Y no digo que no sea cierto, pero ese deje negativo y hasta frío de la visión objetiva del médico no me parece verdadero. Al menos, no en todos (de hecho, lo espero). Al igual que el paciente siente la patología como algo muy propio cuyo dolor solo él y su soledad podrían advertir, no creo que sea sencillo entender ese significado que oculta el simple hecho de curar. Ese matiz de lograr objetivos, de arreglar situaciones, que muchas veces olvidamos, y que enterramos entre mantos de resignación; es como si se desintegrara en la consulta. Como si fuésemos capaces de llegar a metas finales, aunque sea en casos concretos.

miércoles, 8 de julio de 2015

Fresas

Sólo estamos (y nos sentimos) solos, en el instante en el que nos autoabandonamos. En el momento en el que nos desintegramos y dejamos de abrazarnos, para sustituirnos por sombras.
No importa que aquellas manos amigas decidiesen desprenderse de las tuyas, olvidar tu piel, borrar de sus lunares tus huellas dactilares.
De alguna forma, tú siempre eres tu compañero. Desde el momento en el que clavado de dolor te realzaste consciente, y comenzaste a compartir la bebida con tu soledad, incluso a transmitiros calor de forma recíproca.
Sin embargo, cuando tú mismo dejas de devolverle la mirada al abismo de tu alma; cuando sigues y sigues sin retorno, sin plantear si es el camino idóneo porque temes la respuesta. Olvidas tus marcas y tus cicatrices se abren, y ya ni si quiera eres capaz de posar en ti la mirada y comenzar un autoanálisis de sanación; el miedo bloquea tu cura. Ese avanzar de la misma manera, cuando sólo cambia el andar de tu soledad, que poco a poco gira en sentido contrario para decirte adiós y pellizcarte con su ausencia de grietas en el cielo.
Entonces... entonces, amigo, sí que veras calles vacías, risas sin sonido y melodías desordenadas.