Vivir sin sentir sería un sin sentido

"Sé el cambio que quieres ver en el mundo"


Pequeñas pinceladas literarias de rápido consumo


lunes, 28 de julio de 2014

Y no se me olvida que no puedo olvidarte

De alguna forma, los chopos tímidos del parque bajo tu casa han perdido el color, y al mismo tiempo son tan rojos como si la sangre recorriese sus venas inexistentes. Desde hace un tiempo que no me aventuro a medir, el olor de los libros viejos que recorren nuestras manos y nuestra súbita ilusión se hace más palpable, más embriagador, más soñador; y luego se tuerce en el abismo de la indiferencia, en el más neutro vacío. Tú; ser de lluvia, amado de los amantes más exigentes, representación más ferviente de lo perturbador, nuevo y violento hedonismo. Tú, anhelo creciente, rey de los deseos más embriagadores, límite y libertad, principio y fin de mi revoltoso y travieso corazón. ¿Qué ocurriría si alguna vez lograras comprender cómo soy capaz de alimentar mi juguetón y despierto espíritu, y sumirme en la más onda y trágica desesperanza con tan solo rozarte? ¿Cómo entender que son tus labios lo único que conserva esa emoción, ese calor, esa fuerza que nos otorga la vida, arrancándole a todo lo que nos rodea su esencia, sus rasgos más tangibles; a la vez que pintan un mundo innovador, lleno de matices singulares, de sensaciones inimaginables, que alimenta mi burda y voraz curiosidad? Tan ilustrado como una flor que se peina con la brisa, tan natural como el trémulo suspiro y la sincera sonrisa al terminar la última hoja de tu cuento favorito. Tú, alma mortífera, alma destructora; creador de los cimientos de mi castillo de cristal; ámame, agárrame, aráñame, succióname el aliento a besos desgarradores. Déjame experimentar el verdadero placer de existir, déjame experimentarte.

viernes, 25 de julio de 2014

Sólo es un extraño y melancólico día más de derrochar.

Observo las luces tenues del crepúsculo, agotando su último instante de vida, resignadas a morir bajo el yugo de la noche. Guardo la imagen en un profundo recoveco de mi mente, y sólo con el recuerdo es con lo que te escribo. Porque el recuerdo a veces es más tangible, a veces parece que somos más conscientes, que aceptamos mejor la llegada de la memoria que la percepción instantánea de un momento determinado. Y es con la imagen en mi entereza, su mutabilidad en lo más interno de mi creatividad y anhelo, con lo que sangro lo que escribo.
Las luces se apagan, se marchitan. Están escondidas, puedo advertir su grácil y sutil travesura bajo un manto de estrellas que las encierra. Quién sabe si éstas serán precisamente recuerdos inmortalizados de imágenes. Recuerdos, siempre tan brillantes, siempre destacando; alumbrando la ceguera en la que nos sume el desamparo de la oscuridad.