Vivir sin sentir sería un sin sentido

"Sé el cambio que quieres ver en el mundo"


Pequeñas pinceladas literarias de rápido consumo


lunes, 30 de noviembre de 2015

Cuántas recubiertas

Cuántos espejismos etéreos, cuánto fuego sin cenizas.
Cuánto frío sin helarte, cuánto calor sin desierto.
Cuánto amargor sin besos, cuánto pescado sin espina.
Cuánto brío sin tus bailes, cuántos bailes sin un ritmo.
Qué de vueltas sin cohetes, qué espirales más angostas.
Qué de gris, qué taciturno el cielo.
Ya no llueve, ya no brilla;
ya no hay agua que limpie mis párpados
ni brisa que revuelva las entrañas.
Cuánto tren sin destino.
Qué gélido agosto, qué humilde el invierno.
Cuánto hedor sin fogosa hiel que albergo.

Cuántas heridas se forjaron, cuántas se curaron con mentiras.
Cuánto engaño suelto, cuán voraz la osadía del alma;
que forja sueños de recuerdos, que lanza sonrisas de hastío
Qué fácil caer en el desengaño, y qué fácil engañarse;
Qué nublado el cielo, qué poco infierno me deja admirar
Préstame tus llamas sin aliento
Tu aliento sin escudo
Deja que me queme, haz que salten chispas.

Cuántas horas quedarán para acabar con lo cíclico
Me marean tantas vueltas, me da vértigo tanto ocre
No me fío de mis razones
No me fío de mis pupilas.

martes, 10 de noviembre de 2015

El peso de los años.

Estoy mirando a un pájaro volar y admiro sus alas de cristal. Tan transparente su volar, tan frágil y silencioso... a veces vale más el peso de nuestro ímpetu al abrazar el cielo, que esa desazón descarrilada de ser tan liviano que casi ni te roza las yemas.

viernes, 6 de noviembre de 2015

Bécquer tenía razón

La poesía nace de dentro y la respiras
Nace en tus manos y se desarraiga de tus yemas
Desciende por tus brazos y acaba en la tinta
que no es otra cosa que tu sangre
o tu oxígeno.
La poesía tienes que ser tú con otras formas
con los contornos redondeados de las letras
y la fluidez sonora de las sílabas
y la rima sonora de los momentos
saberla ajustar a las comas
a las palabras
a los versos
Bécquer tenía razón
sólo si escribes con el corazón
entenderás con las manos
y sentirás con la mirada.

Correr las cortinas

Qué nítido es el mar
qué azul, qué cínico se revuelve
qué rudo cristal
con tantas envolturas que ignora.
Qué oscuro se ve el cielo
cuántos pájaros pasarán
cuánto ciego
cuánto revuelo
qué fácil es verte sin sombras
cuando las sombras se ocultan
cuando se niegan.

Pero yo no quiero rigidez
ni contornos, ni simetría.
No quiero más sonrisas de metal
ni lágrimas de tinta.
Quiero que la tinta recorra mis brazos
pero sólo si se enciende ardiente
de la que quema hasta las vísceras
de la que transforma mis manos
en un báculo
poesía.

¿No lo oyes? no respira
creo que sólo sé mirar si no veo
creo que no puedo respirar aire
si antes no respiro vida.
No me valen las líneas, ni los colores
ensoñación y difuso
tu cama y tu busto
rodeados de flores y jazmín
quiero quitarme las gafas
para ver tu difusa silueta
que también es mía.


jueves, 5 de noviembre de 2015

Adiós.

Y tengo que decirle adiós,
A la turbia hiel de mis labios;
a las mañanas de (tu) luz,
que acarician tus trémulos brazos.
A las noches de copos de nieve,
en la desesperanza de la calles
de un otoño de marfil.

Y tengo que decirle adiós,
Al oscuro cisne que se revuelve,
a las brechas entre huídas,
a lo que mi ausencia no resuelve,
a lágrimas desencajadas,
a la imposibilidad.
Y de nuevo adiós a los otoños,
a nuestros veranos otoñales;
a tu sonrisa desencajada (que también es mía),
a una espiral que el tiempo
debe derruir con sus alambres.

Pero en el amargor de las despedidas
emergen luces que se deslizan,
que se desdoblan de entre agonías,
que apuestan por las bienvenidas.

Porque en la seguridad de la sabiduría,
que aun escasa con destellos permanece;
sé que mis buenos días los escribe,
la voluntad que en todos acontece.
Y aunque de hierro no sean
ni se conformen sus sinsabores,
se alza con ese material inmaterial
que en todos jamás perece;
uno que sin gozar de esa rigidez,
sin esa fuerza que reside
en los ferrosos brazos de metal,
siempre permanece;
frágil y moldeable cristal,
que nunca se derrite,
ni fuego desintegra;
que para ver sus ojos apagarse,
la tangible y corpórea muerte
en tus manos ha de entrelazarse.

Y esa es mi esperanza.
Y ese onírico sueño,
en mi siniestra vigilia,
con destreza me acompaña.

Y con todo lo que me rodea;
ya no sé si de la mano,
o tal vez a cuestas,
me despido para emerger,
de cenizas vomitadas resurgir,
me sumerjo para no descender,
me encierro para salir;
porque a veces ser no basta,
ya, amor, no basta así.

martes, 3 de noviembre de 2015

se hace camino al respirar

Qué sobrecogedor este mundo, cómo te quita y cómo te otorga sin tú quererlo; a veces manos vacías, descoloridas o sucias, otras parece que por sí solas respiran.
De vez en cuando nos sueña y otras nos marchita, pútrida flor desgastada, viento de poniente que a veces vaticina y otras se arremete. Cuántas veces yo soñé con tenerme entre mis brazos mientras me hallaba en la mar perdida. Entre las olas frías, entre la sola muerte y soledad la mía.
Y en esa inesperada calidez que se revuelve y se hace de rogar me aparezco casi divina, brillante tez que deslumbra las pupilas y tracto desnudo que me teje. Y entonces sé que cruzaría viejos y mares (y mares viejos) en (mi) busca de herejes, en busca de rías, y de fosas vacías con las que luego atacar a la muerte.
Buscaré que me enredes, buscaré la salida.

domingo, 1 de noviembre de 2015

Rojo.

Veo el amanecer.
Lo observo emerger de entre los arbustos, grácil y veloz se extiende por el cielo casi al mismo tiempo que mi pestañeo. Rojo furia arrasa con toda voluta de oscuridad que reinase en aquellos espacios que solo recorremos en la imaginación. Rojo furia parece que trata de imitarme. Rojo sed, rojo hambre. Incandescencia que me arrastra y me recrea, en el fuego estallaste y desde el fuego me vuelves difuminar los contornos. Rojo fuego, rojo hambre; ahora el atardecer me devuelve la intensidad que hace tiempo presté al viento para no olvidarle. Casi olvido el azul de tus mejillas, el ámbar de tus pasos, el olor del rocío. Rojo hambre, rojo fuego; erróneamente te confundí con la insignificancia de la existencia, cuando ésta sólo me agarra las pasiones y me muerde la lengua cuando no puedo vislumbrar tu frágil y volátil silueta.
Veo el amanecer, y creo que él también me está mirando.