Vivir sin sentir sería un sin sentido

"Sé el cambio que quieres ver en el mundo"


Pequeñas pinceladas literarias de rápido consumo


jueves, 31 de diciembre de 2015

No-ser

Un juego sucio, un póker con escalera de color, y comerte cada ficha (o a ti) cada vez que me salga seis.
Qué de trampas esconde este compás de acertijos y recuerdos, en el siguiente paso doble seguiré teniéndote lejos con una espina sin rosa.

miércoles, 30 de diciembre de 2015

Inquietudes

Qué sería yo sin cerrar los ojos y mirar al cielo,
sin calles desiertas, tilas amargas;
y cafés en la estación.

Que sería mi vida sin correr el velo,
sin trasudar lágrimas, sin parar la marcha;
sin dar la vuelta, cambiar de vagón.

Qué sería de mí sin los otoños y las hojas,
sin mis cortinas sucias de recuerdos,
sin espejos enredándose y besando el cajón.

Cómo sería yo sin tenerte entre sombras,
sin pintarme las mías, entre las sobras
de pecados y un raído armazón.

Tengo la obsesión de querer, de mirar,
de hundir los pies en la tierra,
de poner por encima mía el alma
y el corazón.

domingo, 27 de diciembre de 2015

córnea a córnea

Te he visto y se me han caído las barreras,
se han abiertos mis pestillos.

He descubierto esa cómoda incomodidad
que se siente cuando (me) miras;
y abres la puerta
descubriendo pasadizos,
y te adentras entre balcones
y estrechas esquinas,
para arrancarme las verdades
y arañarme las mentiras.

Hagamos el arte

Me gusta tu lengua ardiente
encendiendo hogueras entre mis comisuras.
Los giros blancos de tus dientes
y los remolinos de tu pelo,
los montes de tus palabras en mis orejas
acariciando mi locura,
el sabor a sal quemada de tus lágrimas
y cómo las absorbo en silencio,
esperando saciar una sed que se alimenta de tu perfume.

Me gusta tu piel desnuda por la mañana
y la manera de atraer al pincel de mi sensibilidad,
y la forma en la que se convierte en un lienzo,
en el lienzo;
me gusta arañarlo y mordisquearlo,
dibujar montes y caderas,
rodearlo de matices y sombras,
casi tantos como en tus pupilas exaltadas de embestidas,
como en el sinuoso éxtasis en el que te vuelves música.

Me gusta tenerte cerca para respirar tu aliento,
y que se convierta en el oxigeno que me revuelve
y me salva,
y respirar el contagioso sonido de tu risa,
y ver como rompe con el ambiente y lo hace trascender.
También me gusta el nudo de nuestros dedos,
ligero y fuerte como un guante,
suave y tosco como mis piernas abalanzándose a tu cuerpo,
o mis heridas cerrándose con tus gemidos,
o mi deseo volviéndose carne
mientras pierdo el sentido (o lo encuentro).

Me gusta tu boca en mi tinta,
la tinta de tu boca,
y escribir poesía con tus pestañas.

Me gusta que seas poesía
y poder tocarte,
y esa forma que tenemos
de ser arte al tocarnos.



viernes, 25 de diciembre de 2015

Gracias

Me has preguntado qué veo en tus miradas y qué escondes entre parpadeos. Me has preguntado si me das miedo, si huiría ante tanto vaivén y tanta luz a pellizcos.

Me encanta tu forma de ser tan ambigua, tus sombras brillantes y tus oscuros rayos. Me fascina esa manera que tienes de combinar todo lo que tocas, de encontrarle la música a la rutina, y de bailar por calles desiertas.

Me puede ese toque de diablesa que guardas, esa picardía con la que arañas y tejes tu tela, y la sinvergonzonería que te hace tan natural y espontánea. Me cuesta entenderte porque pareces un báculo de situaciones que nunca cesa, un remolino y sinfín de estallidos, explosiones ardientes.

A veces juro que me pierdo entre la sabiduría de tus labios, entre palabras que dibujan y esconden tantos mundos. Otros en cambio me quedo anonado y no comprendo cómo puedes deslizarte tan inocente y pulcra, tan niña ilusionada, dejando las palabras y creando tú los mundos.
Ya no sé si corres o caminas, si estás paralizada o no puedo advertirte en la bruma tan veloz que dejas a tu paso. Tan cálida y tan fría, a veces estás y otras ya no sé qué piel tengo que arrancarme para que aparezcas.

Tienes un laberinto en cada pelo, guardas emoción en cada poro y sin embargo hay un vacío que apuñala entre tus pestañas. Tienes un corazón en cada pupila y un cristal en cada diente.
Te desenvuelves en tu cinismo como un pájaro herido que ríe divertido. Cuanto más claro hablas, más dudas te agarran; y en cambio es cuando más metáforas derrochas, cuando más comprendes las estrellas que se adhieren a tus talones.

Tu calma y tu ira suelen hacerse el amor cada mañana. Eres un tren descarrilado, y en cada vagón me apaciguas y me exaltas. Quieres ayudar pero estás sin aliento. Quieres proteger a la humanidad pero no confías. Das la mano dando tu sombra, porque te encanta ver la esperanza que algún día de ti huyó.
Y sin embargo de reojo a veces me parece percibir esa sonrisilla traviesa, ese brillo que huele a universo y sabe a ilusión.

No te comprendo, y sé que jamás lograré hacerlo.
Pero eres de esas que no hace falta que las entiendas,
Estás hecha para vivirte.

Yo,
que nunca estuve sola
que nunca me faltaron coplas
ni copas donde ahogar
la burda existencia que nos viste
y nos vuelve a desvestir
al compás.
Yo,
que siempre tuve hombros
que pegaban mis escombros
a base de lágrimas derruídas
y trozos de cristal.

Mi vida,
que siempre estuvo llena
de lápices y cometas
de dibujos y palabras
detrás de tantas barreras
negras
y oscuras zarpas de gata
que arañaban mis latidos
y sangraban mi besar

Mi vida,
tan cargada y tan efímera
tan pobre pero tan rica
de flores latiendo
y latidos aflorados
Quién lo diría
que iba a ser la poesía
la que me regalase el beso de la muerte
y ese abrazo final.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Abismos

Ni tus sombras se curan con abismos,
ni cerrar las puertas el frío ahuyenta.

Vivimos,
en una incertidumbre espesa,
en un tren descarrilado
que no cesa;
que ni rompe barreras,
ni la verdad desvela.
Vivimos,
en el seno de un sin saber,
en una desgastada sin razón,
que tanto se maquilla de argumentos
y tantas palabras utiliza;
con el miedo de conocer
dónde se fue su casa,
y cuando volverá.

Ya no sé si vivimos,
si hemos acumulado tantas capas,
tantas barreras,
tantos abismos;
que ciegan nuestras pupilas.
Tantos abrigos,
uno tras otro, llenos de adherencias,
y de carencias.
Ya no sé si de tantas mantas,
la fiebre no nos deja ver
que tenemos mucho frío,
que hay una esencia mayor,
más profunda y más perpetua,
más coqueta y escurridiza;
que por más que la ahoguemos con coherencias
sólo sabe gritar con lágrimas,
con abismos,
con mapas.

No hay lágrimas,
que se curen con ausencias.
Pero hay abismos,
que se curan con lunares.

martes, 15 de diciembre de 2015

Mi papel

Podrán dibujarme rodeada de una sarta de mentiras que emanan de mí. Desdoblar mis partes y falsar mis párrafos. Escribir en mis rincones palabras necias, sordas acusaciones.
Hipocresía y sonrisa oscura que acecha. Brillo apagado o blanco palo; marfil que se teje y frágil se rompe. Así me describirían algunos. Así les explicarían a sus hijos de qué me compongo, y dibujarían mi esencia en sus contornos.
Y no me importa ser humo si puedo crear con ello la chimenea que arde y que quema. Que enciende brasas, y torna en cenizas el veneno que a su alrededor va lentamente desdeñando.
A mí grítame alto que el amor vencerá a la vida. Que la muerte, en sus vísceras, aflorará un latido de esperanza entre tanta mugre y desconsuelo.
A mí dime que un beso sana heridas, y limpia sangre. Que la ponzoña que derramas no es más que polvo sucio que un día conseguiste limpiar.
En cambio, no me preguntes si todo esto que te cuento lo creen mis ojos, o lo saben mis recuerdos. No me pidas que afirme ni que apacigüe, con razones, el mar bravo en el que navegan tus deseos; tus intensas expectativas.
Voy a darte la mano para ver el brillo de tus pupilas ante las injusticias. Ayudaré a tus semillas a crecer, y podaré tus resultados. Plantaré tus besos para que resurjan siempre que los busques entre el desaliento. Con tus anhelos te haré vestidos y con sueños derruiremos mapas. Haré que quieras tornar esa fuerza motriz que te conforma en transformar lo turbio que halles, las piedras con las que caminas.
Pero no me pidas que crea.
Cuántas ideas susurran mis labios mientras la voz interior permanece impasible, o se ríe irónica.
No me pidas la verdad, ni existencia.
De eso se encargarán otros paisanos.

domingo, 6 de diciembre de 2015

La melodía

El sol y mis párpados descienden al compás de un ritmo que desconozco pero, sospecho, vive intrínseco en cada latido que el corazón nos regala.
Una danza, un vals de nubes diario. Un sinfín de notas de lluvia, de corcheas vivaces amaneciendo, y de silencios dibujados en la luna.
Y de vez en cuando olvidamos la brújula sin saber seguir, y se descarrila la orquesta. Y pasa como cuando corrías entre los árboles del bosque; que buscabas perderte y lo conseguías. Que todas las notas te suenan iguales, y todas se aparecen en sintonía para proseguir con la obra.
Pero no es cierto. Hay un violín rasgado, un desolado piano. Y los siento ascender por mis oídos, viajar por las terminaciones nerviosas, acariciar la sinrazón; y con su voz más tenue gritar que aún queda escuchar muchas melodías para avivar esa sinfonía perfecta, la asincronía de notas entremezclándose como hermanas hechas de la misma sangre.
Miro y escucho un violín sin armonía, un piano desafinando. Pero aún hay tiempo, que jamás cese la orquesta.

martes, 1 de diciembre de 2015

¿gris?

¿Qué dices? No te oigo.
¿Será consciente de lo despacio que susurra sus palabras, de la lentitud de su parpadeo?
Espera... me estoy alejando. Qué mano más gris, cada vez más difusa, cada vez alterna más sus contornos.
La mano golpeó el recipiente, mi agua se desbordaba. La miro, la estoy mirando; no me da la sensación de que exista. No percibo tampoco mi existencia.
No oigo nada, y nadie puede verme. Qué de vueltas dan mis pies. Qué extrañas me resultan las calles, qué olor más irritante. Creo que estoy caminando, no lo juraría.
Diría que puedo ubicarme, dentro de mi misma. Fuera de mi existencia me consumo, miro más allá y sólo aprecio matices que desconozco. Me resultan familiares, huele a viejo, sabe a recuerdo; pero no logro hacerme un hueco, me pierdo entre abismos, me susurran mis mapas.
¿Esto era dolor? No tenía este sabor, no se vestía con tantas prendas. Recuerdo su desnudez de afilada belleza, blanquecina pulcritud. Recuerdo cómo arañaba el alma, sus labios rojos de mi olor a fresas silvestres. Y de sabor a mi sangre.
¿Són mis pies? ¿He dibujado ese amanecer en mi lienzo?
¿Son estas mis huellas?