Vivir sin sentir sería un sin sentido

"Sé el cambio que quieres ver en el mundo"


Pequeñas pinceladas literarias de rápido consumo


lunes, 21 de marzo de 2016

Grietas en la memoria

Pueden preguntarme con toda la bondad del mundo que por qué escribo, y no sabré contestar. Quizá es porque es la única forma posible de encontrarme con mis ojos, de vaciar el viento que llevo dentro. Algo así como respirar antes de fundirte en el océano, de besar después de hacer el amor, de cogernos de la mano si tenemos frío. 
No sabría explicarlo, pero es algo natural. Como si los versos se fundiesen con mis manos, o las palabras le dieran forma a mis pestillos. 
Algunos prefieren perderse entre lo cotidiano (o más bien entre una sola y única forma de mirar), por mera costumbre o inercia, temor al desequilibrio. Tal vez, en ese caso, escriba por miedo a perder esas grietas del cielo que esconden nuevos crepúsculos, y un nuevo modo de conformar la existencia. Qué sería de nosotros sin la sorpresa de la lluvia, sin abrir libros nuevos y romper antiguos vasos de cristal. 
Y entonces aparece la palabra, como salvadora de esa incomprensión, ese abrazo cálido que te acompaña en el sencillo pretexto de explorar(te) entre otras posibilidades, de encontrar(te) entre arenas de otras playas. Existen almas con esa capacidad (o condena) de sacar las gotas de rocío, las grietas de la memoria, el brillo de lo insólito y lo jamás pensado; y traducirlo entre letras y espacios. 

sábado, 12 de marzo de 2016

Un poco de medicina

"No hay enfermedades, hay enfermos"

Eso en concreto no lo he aprendido (sólamente) de mis idas y venidas por el hospital, por consultas, haciendo de ficus que escucha y no existe (y muchas otras prácticas reconozco que sí he tomado un papel más activo, pero no precisamente en las de la facultad).
El caso es que quería tratar de sintetizar qué he aprendido durante mis pequeñas estancias en el hospital. Qué es el trabajo médico (y de todo el hospital, con todos los profesionales de la salud), cómo se lleva a cabo.
Esa frase, la del principio, es muy cierta. Me la dijeron en la facultad y no he podido dejar de verla en cada paciente que entraba por la puerta. La medicina no es buscar un diagnóstico. No es una enumeración de síntomas que concluye fácilmente en la etiología de una enfermedad. Es mucho más.
La medicina es un paciente que está preocupado, que sabe mejor que nadie que algo no va bien. La medicina es tener una serie de síntomas que no van a ser los mismos en pacientes diferentes, a pesar de tener la misma enfermedad. No se trata de hacer miles de pruebas complementarias sin ni si quiera mirar al paciente a los ojos. Hay que saber ver, a pesar de las barreras de la comunicación: entre lo que el paciente dice y miente, y lo que oculta. Lo importante es la clínica, los síntomas personales de cada uno. Ver la enfermedad como un todo que se interrelaciona.
Sin duda, nada es tan fácil como buscar un diagnóstico brillante sin más. No se puede, además, tratar de buscar ese diagnóstico brillante y olvidar el sufrimiento del paciente mientras se realiza. El arte de la medicina es buscar el beneficio del paciente mientras, a su vez, tratas de encontrar la causa de sus dolencias en unos síntomas ÚNICOS que siente él, de forma propia. A nadie le gusta ser objeto de estudio. No se puede olvidar que es una profesión humana, al fin y al cabo.
"La medicina es eso: un poquito de ciencia, y un mucho de sentido común y humanidad"

jueves, 3 de marzo de 2016

Sordas palabras

No comprendes que no puedo comprenderte,
que mi entendimiento está nublado,
que mis ojos no pueden más,
que tus palabras son necias 
a mis oídos ya tan sordos,
que todos los sonidos le parecen recuerdos
y los olvidos esbozos. 

No comprendes que no quiero que repitas
la sarta de alabanzas de siempre,
que no necesito oir la sal del adiós,
las luces de la memoria,
en la playa tan azul e inerte
que ahora humedece sus alas secas
en las lágrimas que asoman,
y en la desidia se mueren.

No comprendes que no voy a creerte
aunque tus versos sean luciérnagas,
y tus plegarias dulce panacea
que mis dientes piden sin rechinar.
Que tus actos desmienten tu historia
mientras tus pasos corriendo se van.
Necesito decirte
que si de veras sintieses este ardor,
la antorcha del fuego de mis entrañas,
los acordes de tus brazos al vestirse,
y las velas tórridas de tus ojos
cuando me van a desnudar; 
en la despedida no habría más cabida
para la amnesia,
la risa, 
la calma;
estaría todo ocupado por los besos
y nuestros pies al andar.