Vivir sin sentir sería un sin sentido

"Sé el cambio que quieres ver en el mundo"


Pequeñas pinceladas literarias de rápido consumo


lunes, 29 de diciembre de 2014

Levantarse no es igual a estar quieto.

Y dicen que el tiempo viaja lentamente, profuso ante una vida que se va consumiendo a su paso, que se apaga cuando deja su aroma atrás. Y se siente culpable cuando al alzar sus brazos al cielo, las flores se marchitan grises, y su dulce melodía se para cuando él ni si quiera es capaz de derrochar la fuerza en darles cuerda. A menudo la risa irónica inunda sus párpados de lágrimas sarcásticas, ¿Cómo soportar la arrogancia de unos ojos que no saben ver? ¿Cómo admirar la fuerza de unos brazos que nunca han necesitado luchar? ¿Cómo romperse, cómo si quiera comprender que alguien pudiera convertirse en polvo, en una montaña de trozos desmembrados, en la oscuridad que sólo otorga la desesperanza; cuando nunca se ha sufrido?
La fuerza no puede ser inherente, no debe ser connatural. La valía debe adquirirse, y no hay nada de una belleza tan singular como aquel que resurge de la debilidad, que siendo apedreado por la vereda que vamos dejando atrás a cada paso, se alza prominente y triunfante ante un futuro incierto.
Y la ironía de los ojos del tiempo no era infundada, pues no había nada tan paradójico como ser virtuoso cuando no se ha necesitado serlo; ser estable, estar entero, cuando nunca nada ha desequilibrado la balanza. Que si la vida es pedregoso camino, seamos escudo.
Viento, tú sé mi escudo, yo seré seno de lágrimas.

viernes, 19 de diciembre de 2014

Como las golondrinas de Juan Ramón

Volverá la serena orilla al seno de la mar revuelta,
volverá el tiempo a atraparse en mi reloj de arena,
Que en su cauce nada salva y todo amedrenta.
Volverá el sentirse ajena a mi propio cuerpo;
A sentir el vuelo, a sentir el viento,
A sentir cómo se forma el camino entre tu pelo.

Volveré a ver en la nube el rostro del olvido,
mientras me salpica de rocío,
mientras me mojan sus gotas de vacío.
Está llorando el cielo, solloza,
Y sabe al ensueño de unos sueños desmembrados,
A relámpagos lejanos,
A la rotura irrompible de la comisura de tus labios.

Sólo pediría que no me regalases tu mirada,
Que tu pupila (azul) no rozara los límites de mi ausente cordura
que no es otra que este alma errante que me acompaña,
que me apacigua y me araña;
al sentir la ida mientras aún no has dado la vuelta,
entre las lagañas de tus pestañas.

Volverán las golondrinas a la estación anhelada,
pero habrán de sufrir el dolor y desaliento de sus alas rasgadas.

domingo, 14 de diciembre de 2014

Hasta próximo aviso.

No sólo pesan los párpados. No sólo bajan las lágrimas por las mejillas.
Hoy el cielo parece de plomo,
hoy las heridas caen sobren los hombros.
La vida se extingue, succionada por el paso del tiempo gris que envuelve tu ausencia.
La llamo a gritos, aunque mi voz me ha abandonado,
Creo que de alguna forma me he abandonado.

Hoy la vida no brilla, no se regocija de belleza en sí misma.
Hoy la vida parece adulta.
Y tal vez no la esté llamando, creo que me estoy llamando a mí.
Es mi ausencia la que me martillea,
la que me hace sentir una extraña,
Aún en mis propias entrañas.
Que ya es decir.

A mí lo único que me ha salvado ha sido desconocerme.
Pero ya no estoy segura,
¿Me salva porque me impulsa,
o porque me pierde?
Qué bosque tan profundo, qué poco me sorprende.
Y si no hay sorpresa, es que te encuentras en la muerte.

Hoy sólo necesito un beso,
llama refulgente que nunca se agota.
Aunque los únicos labios que pueden tenderme una mano,
los únicos capaces de soltarme de las cadenas,
de hacerme volar el cielo y ser amiga del viento,
de remendar cada uno de los rasguños de mis propias uñas;
son los míos.

jueves, 11 de diciembre de 2014

1,2,3...ahora, respira.

Hay días que algunos respiramos, otros buceamos en el aire, como humanos fuera del cielo. Hay días que son días, sin más, sin otra definición. Días en los que hay que morir para seguir viviendo, en los que te mutilarías para seguir apreciando al día siguiente aquellos ácidos y refrescantes matices que te impulsan. Días de invierno cálidos, nieve gélida y enredada en un mediodía de agosto. Días en los que la añoranza reina y cubre tu cúpula de cristal, en los que tus rizos limpian las lágrimas de mis recuerdos, sin comprender que ellos son la causa de tal torrente de suspiros.
Y, asombrosamente, hay días que, a pesar de que todo lo anterior se una y entrelace sus brazos en un revuelto demasiado heterogéneo; de repente consigues ver. Y miras, y todo cobra especial atención. Y el parche que cubre tus pupilas se desvanece; y tus pestañas invitan a tus ojeras a alzarse triunfantes, a permitir a tus ojos mirar. Mirarte.
Y allí se encontraba el mundo. Singular, delicado y fuerte. Bello. Tal vez inalcanzable, pero en cambio él no deja de envolverte con una sonrisa imperceptible a los sentidos. Al menos a los corpóreos (¿Quién no ha sentido que el alma se escapa entre simples palabras, que la vida se guarda y se alimenta detrás de la poesía?).
Hay días que, sencillamente, son algo más que días. O eso quiero creer.