Vivir sin sentir sería un sin sentido

"Sé el cambio que quieres ver en el mundo"


Pequeñas pinceladas literarias de rápido consumo


jueves, 31 de diciembre de 2015

No-ser

Un juego sucio, un póker con escalera de color, y comerte cada ficha (o a ti) cada vez que me salga seis.
Qué de trampas esconde este compás de acertijos y recuerdos, en el siguiente paso doble seguiré teniéndote lejos con una espina sin rosa.

miércoles, 30 de diciembre de 2015

Inquietudes

Qué sería yo sin cerrar los ojos y mirar al cielo,
sin calles desiertas, tilas amargas;
y cafés en la estación.

Que sería mi vida sin correr el velo,
sin trasudar lágrimas, sin parar la marcha;
sin dar la vuelta, cambiar de vagón.

Qué sería de mí sin los otoños y las hojas,
sin mis cortinas sucias de recuerdos,
sin espejos enredándose y besando el cajón.

Cómo sería yo sin tenerte entre sombras,
sin pintarme las mías, entre las sobras
de pecados y un raído armazón.

Tengo la obsesión de querer, de mirar,
de hundir los pies en la tierra,
de poner por encima mía el alma
y el corazón.

domingo, 27 de diciembre de 2015

córnea a córnea

Te he visto y se me han caído las barreras,
se han abiertos mis pestillos.

He descubierto esa cómoda incomodidad
que se siente cuando (me) miras;
y abres la puerta
descubriendo pasadizos,
y te adentras entre balcones
y estrechas esquinas,
para arrancarme las verdades
y arañarme las mentiras.

Hagamos el arte

Me gusta tu lengua ardiente
encendiendo hogueras entre mis comisuras.
Los giros blancos de tus dientes
y los remolinos de tu pelo,
los montes de tus palabras en mis orejas
acariciando mi locura,
el sabor a sal quemada de tus lágrimas
y cómo las absorbo en silencio,
esperando saciar una sed que se alimenta de tu perfume.

Me gusta tu piel desnuda por la mañana
y la manera de atraer al pincel de mi sensibilidad,
y la forma en la que se convierte en un lienzo,
en el lienzo;
me gusta arañarlo y mordisquearlo,
dibujar montes y caderas,
rodearlo de matices y sombras,
casi tantos como en tus pupilas exaltadas de embestidas,
como en el sinuoso éxtasis en el que te vuelves música.

Me gusta tenerte cerca para respirar tu aliento,
y que se convierta en el oxigeno que me revuelve
y me salva,
y respirar el contagioso sonido de tu risa,
y ver como rompe con el ambiente y lo hace trascender.
También me gusta el nudo de nuestros dedos,
ligero y fuerte como un guante,
suave y tosco como mis piernas abalanzándose a tu cuerpo,
o mis heridas cerrándose con tus gemidos,
o mi deseo volviéndose carne
mientras pierdo el sentido (o lo encuentro).

Me gusta tu boca en mi tinta,
la tinta de tu boca,
y escribir poesía con tus pestañas.

Me gusta que seas poesía
y poder tocarte,
y esa forma que tenemos
de ser arte al tocarnos.



viernes, 25 de diciembre de 2015

Gracias

Me has preguntado qué veo en tus miradas y qué escondes entre parpadeos. Me has preguntado si me das miedo, si huiría ante tanto vaivén y tanta luz a pellizcos.

Me encanta tu forma de ser tan ambigua, tus sombras brillantes y tus oscuros rayos. Me fascina esa manera que tienes de combinar todo lo que tocas, de encontrarle la música a la rutina, y de bailar por calles desiertas.

Me puede ese toque de diablesa que guardas, esa picardía con la que arañas y tejes tu tela, y la sinvergonzonería que te hace tan natural y espontánea. Me cuesta entenderte porque pareces un báculo de situaciones que nunca cesa, un remolino y sinfín de estallidos, explosiones ardientes.

A veces juro que me pierdo entre la sabiduría de tus labios, entre palabras que dibujan y esconden tantos mundos. Otros en cambio me quedo anonado y no comprendo cómo puedes deslizarte tan inocente y pulcra, tan niña ilusionada, dejando las palabras y creando tú los mundos.
Ya no sé si corres o caminas, si estás paralizada o no puedo advertirte en la bruma tan veloz que dejas a tu paso. Tan cálida y tan fría, a veces estás y otras ya no sé qué piel tengo que arrancarme para que aparezcas.

Tienes un laberinto en cada pelo, guardas emoción en cada poro y sin embargo hay un vacío que apuñala entre tus pestañas. Tienes un corazón en cada pupila y un cristal en cada diente.
Te desenvuelves en tu cinismo como un pájaro herido que ríe divertido. Cuanto más claro hablas, más dudas te agarran; y en cambio es cuando más metáforas derrochas, cuando más comprendes las estrellas que se adhieren a tus talones.

Tu calma y tu ira suelen hacerse el amor cada mañana. Eres un tren descarrilado, y en cada vagón me apaciguas y me exaltas. Quieres ayudar pero estás sin aliento. Quieres proteger a la humanidad pero no confías. Das la mano dando tu sombra, porque te encanta ver la esperanza que algún día de ti huyó.
Y sin embargo de reojo a veces me parece percibir esa sonrisilla traviesa, ese brillo que huele a universo y sabe a ilusión.

No te comprendo, y sé que jamás lograré hacerlo.
Pero eres de esas que no hace falta que las entiendas,
Estás hecha para vivirte.

Yo,
que nunca estuve sola
que nunca me faltaron coplas
ni copas donde ahogar
la burda existencia que nos viste
y nos vuelve a desvestir
al compás.
Yo,
que siempre tuve hombros
que pegaban mis escombros
a base de lágrimas derruídas
y trozos de cristal.

Mi vida,
que siempre estuvo llena
de lápices y cometas
de dibujos y palabras
detrás de tantas barreras
negras
y oscuras zarpas de gata
que arañaban mis latidos
y sangraban mi besar

Mi vida,
tan cargada y tan efímera
tan pobre pero tan rica
de flores latiendo
y latidos aflorados
Quién lo diría
que iba a ser la poesía
la que me regalase el beso de la muerte
y ese abrazo final.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Abismos

Ni tus sombras se curan con abismos,
ni cerrar las puertas el frío ahuyenta.

Vivimos,
en una incertidumbre espesa,
en un tren descarrilado
que no cesa;
que ni rompe barreras,
ni la verdad desvela.
Vivimos,
en el seno de un sin saber,
en una desgastada sin razón,
que tanto se maquilla de argumentos
y tantas palabras utiliza;
con el miedo de conocer
dónde se fue su casa,
y cuando volverá.

Ya no sé si vivimos,
si hemos acumulado tantas capas,
tantas barreras,
tantos abismos;
que ciegan nuestras pupilas.
Tantos abrigos,
uno tras otro, llenos de adherencias,
y de carencias.
Ya no sé si de tantas mantas,
la fiebre no nos deja ver
que tenemos mucho frío,
que hay una esencia mayor,
más profunda y más perpetua,
más coqueta y escurridiza;
que por más que la ahoguemos con coherencias
sólo sabe gritar con lágrimas,
con abismos,
con mapas.

No hay lágrimas,
que se curen con ausencias.
Pero hay abismos,
que se curan con lunares.

martes, 15 de diciembre de 2015

Mi papel

Podrán dibujarme rodeada de una sarta de mentiras que emanan de mí. Desdoblar mis partes y falsar mis párrafos. Escribir en mis rincones palabras necias, sordas acusaciones.
Hipocresía y sonrisa oscura que acecha. Brillo apagado o blanco palo; marfil que se teje y frágil se rompe. Así me describirían algunos. Así les explicarían a sus hijos de qué me compongo, y dibujarían mi esencia en sus contornos.
Y no me importa ser humo si puedo crear con ello la chimenea que arde y que quema. Que enciende brasas, y torna en cenizas el veneno que a su alrededor va lentamente desdeñando.
A mí grítame alto que el amor vencerá a la vida. Que la muerte, en sus vísceras, aflorará un latido de esperanza entre tanta mugre y desconsuelo.
A mí dime que un beso sana heridas, y limpia sangre. Que la ponzoña que derramas no es más que polvo sucio que un día conseguiste limpiar.
En cambio, no me preguntes si todo esto que te cuento lo creen mis ojos, o lo saben mis recuerdos. No me pidas que afirme ni que apacigüe, con razones, el mar bravo en el que navegan tus deseos; tus intensas expectativas.
Voy a darte la mano para ver el brillo de tus pupilas ante las injusticias. Ayudaré a tus semillas a crecer, y podaré tus resultados. Plantaré tus besos para que resurjan siempre que los busques entre el desaliento. Con tus anhelos te haré vestidos y con sueños derruiremos mapas. Haré que quieras tornar esa fuerza motriz que te conforma en transformar lo turbio que halles, las piedras con las que caminas.
Pero no me pidas que crea.
Cuántas ideas susurran mis labios mientras la voz interior permanece impasible, o se ríe irónica.
No me pidas la verdad, ni existencia.
De eso se encargarán otros paisanos.

domingo, 6 de diciembre de 2015

La melodía

El sol y mis párpados descienden al compás de un ritmo que desconozco pero, sospecho, vive intrínseco en cada latido que el corazón nos regala.
Una danza, un vals de nubes diario. Un sinfín de notas de lluvia, de corcheas vivaces amaneciendo, y de silencios dibujados en la luna.
Y de vez en cuando olvidamos la brújula sin saber seguir, y se descarrila la orquesta. Y pasa como cuando corrías entre los árboles del bosque; que buscabas perderte y lo conseguías. Que todas las notas te suenan iguales, y todas se aparecen en sintonía para proseguir con la obra.
Pero no es cierto. Hay un violín rasgado, un desolado piano. Y los siento ascender por mis oídos, viajar por las terminaciones nerviosas, acariciar la sinrazón; y con su voz más tenue gritar que aún queda escuchar muchas melodías para avivar esa sinfonía perfecta, la asincronía de notas entremezclándose como hermanas hechas de la misma sangre.
Miro y escucho un violín sin armonía, un piano desafinando. Pero aún hay tiempo, que jamás cese la orquesta.

martes, 1 de diciembre de 2015

¿gris?

¿Qué dices? No te oigo.
¿Será consciente de lo despacio que susurra sus palabras, de la lentitud de su parpadeo?
Espera... me estoy alejando. Qué mano más gris, cada vez más difusa, cada vez alterna más sus contornos.
La mano golpeó el recipiente, mi agua se desbordaba. La miro, la estoy mirando; no me da la sensación de que exista. No percibo tampoco mi existencia.
No oigo nada, y nadie puede verme. Qué de vueltas dan mis pies. Qué extrañas me resultan las calles, qué olor más irritante. Creo que estoy caminando, no lo juraría.
Diría que puedo ubicarme, dentro de mi misma. Fuera de mi existencia me consumo, miro más allá y sólo aprecio matices que desconozco. Me resultan familiares, huele a viejo, sabe a recuerdo; pero no logro hacerme un hueco, me pierdo entre abismos, me susurran mis mapas.
¿Esto era dolor? No tenía este sabor, no se vestía con tantas prendas. Recuerdo su desnudez de afilada belleza, blanquecina pulcritud. Recuerdo cómo arañaba el alma, sus labios rojos de mi olor a fresas silvestres. Y de sabor a mi sangre.
¿Són mis pies? ¿He dibujado ese amanecer en mi lienzo?
¿Son estas mis huellas?

lunes, 30 de noviembre de 2015

Cuántas recubiertas

Cuántos espejismos etéreos, cuánto fuego sin cenizas.
Cuánto frío sin helarte, cuánto calor sin desierto.
Cuánto amargor sin besos, cuánto pescado sin espina.
Cuánto brío sin tus bailes, cuántos bailes sin un ritmo.
Qué de vueltas sin cohetes, qué espirales más angostas.
Qué de gris, qué taciturno el cielo.
Ya no llueve, ya no brilla;
ya no hay agua que limpie mis párpados
ni brisa que revuelva las entrañas.
Cuánto tren sin destino.
Qué gélido agosto, qué humilde el invierno.
Cuánto hedor sin fogosa hiel que albergo.

Cuántas heridas se forjaron, cuántas se curaron con mentiras.
Cuánto engaño suelto, cuán voraz la osadía del alma;
que forja sueños de recuerdos, que lanza sonrisas de hastío
Qué fácil caer en el desengaño, y qué fácil engañarse;
Qué nublado el cielo, qué poco infierno me deja admirar
Préstame tus llamas sin aliento
Tu aliento sin escudo
Deja que me queme, haz que salten chispas.

Cuántas horas quedarán para acabar con lo cíclico
Me marean tantas vueltas, me da vértigo tanto ocre
No me fío de mis razones
No me fío de mis pupilas.

martes, 10 de noviembre de 2015

El peso de los años.

Estoy mirando a un pájaro volar y admiro sus alas de cristal. Tan transparente su volar, tan frágil y silencioso... a veces vale más el peso de nuestro ímpetu al abrazar el cielo, que esa desazón descarrilada de ser tan liviano que casi ni te roza las yemas.

viernes, 6 de noviembre de 2015

Bécquer tenía razón

La poesía nace de dentro y la respiras
Nace en tus manos y se desarraiga de tus yemas
Desciende por tus brazos y acaba en la tinta
que no es otra cosa que tu sangre
o tu oxígeno.
La poesía tienes que ser tú con otras formas
con los contornos redondeados de las letras
y la fluidez sonora de las sílabas
y la rima sonora de los momentos
saberla ajustar a las comas
a las palabras
a los versos
Bécquer tenía razón
sólo si escribes con el corazón
entenderás con las manos
y sentirás con la mirada.

Correr las cortinas

Qué nítido es el mar
qué azul, qué cínico se revuelve
qué rudo cristal
con tantas envolturas que ignora.
Qué oscuro se ve el cielo
cuántos pájaros pasarán
cuánto ciego
cuánto revuelo
qué fácil es verte sin sombras
cuando las sombras se ocultan
cuando se niegan.

Pero yo no quiero rigidez
ni contornos, ni simetría.
No quiero más sonrisas de metal
ni lágrimas de tinta.
Quiero que la tinta recorra mis brazos
pero sólo si se enciende ardiente
de la que quema hasta las vísceras
de la que transforma mis manos
en un báculo
poesía.

¿No lo oyes? no respira
creo que sólo sé mirar si no veo
creo que no puedo respirar aire
si antes no respiro vida.
No me valen las líneas, ni los colores
ensoñación y difuso
tu cama y tu busto
rodeados de flores y jazmín
quiero quitarme las gafas
para ver tu difusa silueta
que también es mía.


jueves, 5 de noviembre de 2015

Adiós.

Y tengo que decirle adiós,
A la turbia hiel de mis labios;
a las mañanas de (tu) luz,
que acarician tus trémulos brazos.
A las noches de copos de nieve,
en la desesperanza de la calles
de un otoño de marfil.

Y tengo que decirle adiós,
Al oscuro cisne que se revuelve,
a las brechas entre huídas,
a lo que mi ausencia no resuelve,
a lágrimas desencajadas,
a la imposibilidad.
Y de nuevo adiós a los otoños,
a nuestros veranos otoñales;
a tu sonrisa desencajada (que también es mía),
a una espiral que el tiempo
debe derruir con sus alambres.

Pero en el amargor de las despedidas
emergen luces que se deslizan,
que se desdoblan de entre agonías,
que apuestan por las bienvenidas.

Porque en la seguridad de la sabiduría,
que aun escasa con destellos permanece;
sé que mis buenos días los escribe,
la voluntad que en todos acontece.
Y aunque de hierro no sean
ni se conformen sus sinsabores,
se alza con ese material inmaterial
que en todos jamás perece;
uno que sin gozar de esa rigidez,
sin esa fuerza que reside
en los ferrosos brazos de metal,
siempre permanece;
frágil y moldeable cristal,
que nunca se derrite,
ni fuego desintegra;
que para ver sus ojos apagarse,
la tangible y corpórea muerte
en tus manos ha de entrelazarse.

Y esa es mi esperanza.
Y ese onírico sueño,
en mi siniestra vigilia,
con destreza me acompaña.

Y con todo lo que me rodea;
ya no sé si de la mano,
o tal vez a cuestas,
me despido para emerger,
de cenizas vomitadas resurgir,
me sumerjo para no descender,
me encierro para salir;
porque a veces ser no basta,
ya, amor, no basta así.

martes, 3 de noviembre de 2015

se hace camino al respirar

Qué sobrecogedor este mundo, cómo te quita y cómo te otorga sin tú quererlo; a veces manos vacías, descoloridas o sucias, otras parece que por sí solas respiran.
De vez en cuando nos sueña y otras nos marchita, pútrida flor desgastada, viento de poniente que a veces vaticina y otras se arremete. Cuántas veces yo soñé con tenerme entre mis brazos mientras me hallaba en la mar perdida. Entre las olas frías, entre la sola muerte y soledad la mía.
Y en esa inesperada calidez que se revuelve y se hace de rogar me aparezco casi divina, brillante tez que deslumbra las pupilas y tracto desnudo que me teje. Y entonces sé que cruzaría viejos y mares (y mares viejos) en (mi) busca de herejes, en busca de rías, y de fosas vacías con las que luego atacar a la muerte.
Buscaré que me enredes, buscaré la salida.

domingo, 1 de noviembre de 2015

Rojo.

Veo el amanecer.
Lo observo emerger de entre los arbustos, grácil y veloz se extiende por el cielo casi al mismo tiempo que mi pestañeo. Rojo furia arrasa con toda voluta de oscuridad que reinase en aquellos espacios que solo recorremos en la imaginación. Rojo furia parece que trata de imitarme. Rojo sed, rojo hambre. Incandescencia que me arrastra y me recrea, en el fuego estallaste y desde el fuego me vuelves difuminar los contornos. Rojo fuego, rojo hambre; ahora el atardecer me devuelve la intensidad que hace tiempo presté al viento para no olvidarle. Casi olvido el azul de tus mejillas, el ámbar de tus pasos, el olor del rocío. Rojo hambre, rojo fuego; erróneamente te confundí con la insignificancia de la existencia, cuando ésta sólo me agarra las pasiones y me muerde la lengua cuando no puedo vislumbrar tu frágil y volátil silueta.
Veo el amanecer, y creo que él también me está mirando.

martes, 27 de octubre de 2015

Besos y miradas

Mira la luna con el viento,
se rozan, se miman, se aman:
y en cambio aquí tus pupilas,
se me tornan tan tristes,
se me tornan lejanas.

Mira el sol con su sombra,
equilibrio de luz y brío,
amor sin ausencia ni vacío;
ciega yo y tus pupilas libres,
las sueño pero están lejanas.

Y qué risa más bonita escucho.
qué temprano cruza el alba,
y me despierta sin tardío,
al despertar la mañana.

Qué dulce tu sonrisa,
que de canela se hilvana;
que ya ni me importan,
que tus pupilas y las mías,
se besen lejanas.

sábado, 24 de octubre de 2015

¿

Está perdida,
¿no la oyes? tiene gritos, tiene grietas,
ahí se esconden.
¿no la ves?
 la está buscando,
 una aguja en un pajar, una lágrima de soldado.
Y el viento le roza la cara y se vuelve por si es el pasado,
 pero son días fríos.
En la estación va bajando al salir, y os juro que no sé si es consciente;
de la desesperación de su mirada, de la soledad que desmiente.
¿no la ves?
 buscando en las sombras,
 en las calles, en la casa,
en los rincones, dentro de sí,
 en su sucia almohada,
en las grietas, en los bolsillos,
 en su alma.
¿No la oyes?
está ahogando los recuerdos,
está ahogado la esperanza.

miércoles, 21 de octubre de 2015

-

La felicidad y la consciencia, unión improbable. Antónimos se me asemejan.
La consciencia y las pasiones, tan necesaria la primera para evitar emociones primarias que solo desgastan lo que rozan. Cruel envidia, el fuerte estruendo de la soberbia.
¿O será que desgastan y nos vuelven desgraciados porque somos conscientes de su existencia?

Cruzada

Has de ser como la mañana,
amanece bien templada, descalza;
de rocío andando deslumbrada.
En un halo te recreas, helada;
en un halo tú sueñas, soñada.

Has de ser como la luz, 
frágil punzón, fuerza calmada;
que yo entre tus sueños hallara.
En tu boca la hiel, quemada;
en tus ojos mi vida, pasaba.

Qué tren más marchito éste,
qué de imágenes olvidadas.
En la ventana mis manos, cansadas;
en mis manos te hallas, amada.

viernes, 16 de octubre de 2015

Noche encogida de acogida

Oxidadas noches que me exigen dichosa creación definitiva acordándose de tus ojos. Ahí se hallan, acordándose de tus cabellos obsidiana me suplican un éxtasis cíclico y ardiente, un estallido en lo inverosímil, para intentar paliar tu ausencia.
Pobres noches, cuyas manos se asemejan tanto a tus pupilas.
Pobres, cuyos reflejos en el agua son el recuerdo más vivaz de tus sombras.
Entre entrecortados suspiros me imagino esa condición, tan acorde con la realidad, en la que te vuelves un sencillo desligamiento de mi propia sangre (lo que explicaría tus contorneadas y simétricas comisuras rojizas), dándole un sentido a la tuya existencia, que parece un espejo mirándome a los ojos.
Pobres noches en sus cansados colchones, rememorando tus mullidos besos.
Pobres besos, que se desintegraron entre labios tan similares.

martes, 13 de octubre de 2015

¿Qué veo?

Hallo una oscura obsesión que ciega mis entrañas y despierta mis sentidos. Hallo una extraña incertidumbre que rodea y abraza ese horizonte profuso que a veces confundo con palabras.
A veces confieso que sólo sé hallar palabras.
Puede ser, que entre tantas percepciones y definiciones aceptadas, todo se haya transmutado en una viva copia de mis constantes fuerzas.
Tengo miedo de perderme entre mis frases vivaces y sonoras. Creo que mis sentidos se han desvirtuado y sólo hallo una construcción derruida de verbos.
Ya no confío en vosotras, pupilas negras de tinta.

lunes, 12 de octubre de 2015

Besos

No sé si sabes que son tus besos,
los que besando quiero besar;
besando, besar y jamás besado.
Besos besados nunca dejarán,
de verse y sentirse besar,
mientras ellos sigan besando.

La palabra

¿Qué clase de guía debería seguir?
¿Qué muecas, qué miradas?
¿Cuántos suspiros entre palabras?
¿Qué gestos de miedo exentos?
¿Qué poesía tendrían mis pupilas que acariciar?
¿Cúantas lágrimas desbordar mis pañuelos?

¿Cómo se expresa el júbilo de la vida, y el trastorno desquiciado de la muerte?
Definitivamente yo sólo puedo ser con la palabra.

sábado, 26 de septiembre de 2015

Distintas miradas

Miro al infinito y él me mira,
anuncia su esperada llegada;
con el ocaso se despide,
con el ocaso de su amada.

Miro al infinito,
y me devuelve la mirada.
Mirada roja, amarilla seda;
violeta y perdida su alma.

Qué triste anda el infinito,
qué fugacidad en sus alas,
qué amargas sus penas,
qué secas sus lágrimas.

Miro al infinito,
y con ojos cerrados aguarda,
a que le sorprenda la vida,
a la mirada adecuada.

sábado, 12 de septiembre de 2015

Los 3 infinitos.

Algún día os hablaré de los infinitos que nos conforman poco a poco, sin que nos demos cuenta pero sin demora. Porque si bien el alma y el infinito, al igual que la verdad, son monedas con miles de caras, monstruos que se visten de seda o ladrones con un corazón de oro, es decir, océanos que cambian de color según los iris que los observen; todos aguardamos ese inicio común de construcción repetida e irrepetible (porque sigue y sigue en el tiempo pero siempre diferente, a veces sorprendente), esa escalera cuya dirección y sentido desconozco, pero sé que los peldaños se van añadiendo simultáneamente uno detrás de otro de manera... ¡Sí! infinita.

Y encontramos entonces el primer infinito: no es nada más (ni nada menos) que nosotros mismos. No porque no podamos delimitarnos en nuestros contornos. Ser, somos. Pero en esa profusión de cambios que acontecen a lo largo de nuestra vida vamos integrando nuevas perspectivas; nuevas formas de mirar que, o nos resultan más vivaces, o nos ayudan a no desmembrarnos. 

Pero como ya sabemos que la verdad es fugacidaz y luciérnaga, las perspectivas de cada persona sobre el infinito de tu fuego interior son tan diferentes como distintos y únicos lo son ellos mismos. Ya se sabe que el "zoom" de nuestras pupilas viene de nuestras propias vivencias; una cámara que acerca, aleja, transmuta e incluso transgrede lo que tiene delante. Ya tengo mi segundo infinito: la gran variedad de perspectivas que tiene el mundo sobre el infinito de una persona. 

¿Y cómo es eso posible? ¿Es acaso culpa y condena de uno mismo el andar cegados en nuestras interpretaciones por la experiencia que hayamos vivido? Sí y no, pues no es sólo el foco donde se proyecta sino lo que se proyecta en sí. Si nos ven diferentes es porque nosotros mismos entregamos pequeños trozos de infinito a cada persona que se cruce con nuestros pies (y nuestro corazón). Pequeños y distintos trozos de alma, todos infinitos también, que se alimentan de la persona que los recibe, pues es ella misma la que logra sonsacar esa frágil llamarada de la hoguera. He aquí mi último infinito: mi yo peculiar con cada infinito con el que tengo la suerte de entrelazarme.

Algún  día os hablaré de por qué no temo entregar infinitos a los besos que me dejan sin aliento, si con ello puedo seguir al final, de una forma u otra, siempre construyéndolos. Construyéndome.

domingo, 6 de septiembre de 2015

Acabo de llegar

Para levantarme como pez,
sin ser pescado inerte, 
no empecé por las espinas,
no dolió esta primera vez.

Para recrearme como pez,
empecé por jugosa carne,
blanda y feliz se erguía,
hermosa y pálida su tez.

Carne de niño alegre,
con risueñas mejillas rojas.
Carne de cañón, reía; 
jugosa, brillante palidez.

Ya llegaban sin saberlo,
las espinas sin dueño,
respirar aún puedo, creía;
sin poder conciliar el sueño.

Carne y espinas encuentro,
en sinergia de la mano.
Carne y espinas, unidas;
separarlas ya no puedo.

Debiste coser la piel, niño;
que la carne se forja a besos.
escamas, coraza de sonrisas;
piel que protegiese tus huesos.

viernes, 4 de septiembre de 2015

Comprende

Comprende que el cielo es vida,
y al ser vida viaja al mar.
Comprende que el amor es oro,
y que solo con amor lo comprarás.

Comprende que somos frágiles,
Y que aún así no nos rompemos.
Comprende que adaptándonos,
cubrimos de voz sordos huecos.

Comprende que ciertas grietas,
son sólo pura y febril incertidumbre;
y que es en calma como despiertas,
es en calma como tus ojos me lucen.

Comprende que necesitas de roturas,
para poder coserte, para no herirte;
y no desdeñes mentes cerradas,
a tu alma de flor ayudarán a abrirse.

Comprende al fin que somos revuelo,
fuerte contradicción, espíritu convexo,
Somos vida y somos muerte,
con una sepultura al mar viajaremos..





¿Qué son las fronteras?

Clavaron sus estrepitosas miradas,
que llenas de nada se erguían,
pretendiendo derramar la sangre pálida,
de los cerezos del amor, de la vida.

Vacías y huecas y estrepitosas miradas,
cómo querer vuestras espadas de bronce.
Pero no me dueles tú, vieja España;
eres tú el que me duele, hombre.

martes, 1 de septiembre de 2015

liviano

Te has convertido en la bruma de profundos deseos. Te demoras entre la inexistencia de mis necesidades más escondidas. Estás en mí, pero no te encuentro.
¿Dentro o fuera?

domingo, 30 de agosto de 2015

Solitario compañero

A veces sólo me gustaría poder cerrar los ojos y poder ver oscuridad al descender el telón de mis párpados. Negrura, silencio, tranquilidad.
Pero es ámbar el tinte de mis sin sentido. Son tus ojos los que aparecen al entrelazarse mis pestañas; y son tus miradas las que, anhelantes y profusas, me ruegan que las cambie por nuestras manos comenzando a rozarse.

Y entonces viene el principio, no me cuesta saborearlo en cada instante. Aún recuerdo cada tímida sonrisa aparecer de improvisto. Sin duda ambos estábamos empezando a andar, como dos extraños que ahora ya habían rebuscado y encontrado una razón para mover los pies. Y uno, y dos. Y era diferente, pero no dolía; era nuevo, casi costaba asimilarlo. Y un paso más. El pie se tuerce, ¡Oh dios mío, voy a caer! ¿Qué será el dolor? Porque habíamos asumido que el sufrimiento era la malla necesaria para envolver nuestra cada vez más certera cercanía, que poco a poco veíamos más próxima (el rojo del rubor de tus mejillas más y más cálido).

Echando la vista atrás, cómo saber si las grietas que nos hacíamos a consciencia escondían debilidad o fortaleza. Y sospecho que en realidad no es importante, que lo que me trajiste no había de tener ninguna finalidad más que ello en sí: ser hueco y ser montaña a la vez. Ser el faro que los niños desean aunque sus remilgados padres no vean apropiado visitarlo. En otras palabras, ser un refugio.
¿Y qué fue lo que me trajiste? esa pregunta lleva revolviéndose entre mis sin sabores y alguna que otra luz intermitente que siempre me acompañan. Aparece como un suspiro, asciende por mi cuello; elevando el vello de mi piel y rozando fibras que creía inexistentes; y entonces se instala en mi oído, desde donde llega a la cuna de la diana reptando por mis laberintos, despojándome de mis miedos y mirando mi desnudo con la arrogancia del conocimiento. Y como luz tras el túnel me enseñas lo que has forjado, mientras salimos a una explanada de un profundo color verde, y un cielo tan en calma como despejado(r). ¡Es precisamente eso! gritas mientras revientas de pura emoción desbordante.
Fue vida lo que se avecinó con tu llegada. Fueron las perspectivas, fue cambiar la forma de mis pupilas. De repente el tacto rugoso de los árboles, el color y la manera de bailar de las hojas marchitas en otoño, incluso un sencillo paseo a ras del viento; era... mágico, brumoso como un sueño.

Tal vez porque es cierto, no tendría por qué estar allí. Aprendí a valorar el instante por encima de casi cualquier verdad absoluta, el amor era la brasa del destino, y vivir en sí se convirtió en una forma de canalizar el poder que escondemos entre mantos y mantos de piel y hueso.
Pero algo se arremetía inconscientemente en mi ser y lo sabía(mos). Encontré entonces, al cavilar, la soledad del saber que nadie sentía la vida de ese modo. La abstracción absoluta al comprender que no quería ser mero pasajero de la existencia, pero que, al igual que estaba condenada a arañarme y a besarme con cada segundo, también lo estaba a no poder elegir. Hallé huellas del dolor que me visitaba cuando el cambio imperecedero e intocable se hacía...real. ¡Yo podía saber el significado de una rosa, pero no iba a ser yo quien decidiese que ella debía crecer en mi camino!

Aunque, y ya para acabar con estas memorias bajo llave, aún tiemblo de terror cuando logro atisbar cuán grande fue (y es) el mayor desasosiego que descubrí al cruzarte. Tú, que tanta amargura y vigor guardabas en tus labios, me enseñaste de veras lo que era una mano compañera en cualquier sentido que pudiese usarse esa expresión; pero a la vez conseguiste que otra mano vecina resultase insultante como posible amiga.
Tú, que tenías un poblado desierto en cada mirada, me enseñaste la soledad del amor.



lunes, 24 de agosto de 2015

~

Ahora lo sé,
que el cuadro estaba del revés.
Es sencillo,
el paisaje conservaba la luz,
seguía con sus pasos marchitos;
con la mirada llena del deshielo,
en el infinito amor del sueño;
con nuestras manos arañándose,
y suplicando entrelazarse,
sin saber quién es el dueño.

Ahora lo sé,
que el cuadro miraba al suelo.
Iba hacia abajo, a la deriva;
la verdad, no se lo niego.
Pero incluso en esa dirección,
en la antología de los errores,
en la colección de lágrimas
de nuestros ojos cantores;
crucifica mi osadía,
bebe de mi volátil inocencia,
que con su hoz me lapida;
pero créeme,
había brillo indemne
en el fondo de nuestras pupilas.

jueves, 20 de agosto de 2015

Step by step

La poesía es mejor dejarla para cuando yo misma sea temeraria emoción.
Viento desgastado es de entender que no puede brindarnos el verso de la magia (o la magia del verso).
Cuánto habría dado yo en otros momentos por cambiar reticente pero práctico hastío por una buena ondulación del alma, de estas que resquebrajan los sentidos porque, precisamente, nos lo brindan (el sentido). Ya sabéis, ¿No? el significado. La gota de sudor que desciende lenta y constante por tu espalda y, de alguna manera, explica el brillo de tus ojos o la calidez de un rostro de cristales.
Mira, no lo sé yo tampoco. Es lo que tiene la impaciencia maniaca y psicótica de la ilusión. La supresión a tu propio espíritu, el ahogo del querer engrandecerlo todo, de vivir la muerte si cupiera. Que las lágrimas supieran a salados besos. He desfallecido por desgranar cada objeto, risa, nota. La obsesión, de que todo ha de ser vivido aunque eso traiga escondida muerte arremetida. Cada cosa a su parcial tiempo. O no, pero en orden.
No se trata de que, anhelando vivir todo, sólo vivas esas ansias de vivir. Por mucho amor que tu corazón suplique, hay que extrapolar esa bruma emocional abstracta a cosas algo más concretas y priorizar.
O eso dicen. O eso, cansada, grito.



miércoles, 5 de agosto de 2015

Wolf of the answers

Anoche tuve un sueño. Soñé con la precisión y la rapidez de las líneas de Virginia Woolf. Pude volver a sentir esa inconstancia de ideas, esa forma tan sagaz de mezclar, entretejer, de unir conceptos e intuiciones. Se podría decir que soñé con el pensamiento. Llegué a la deriva veloz de las palabras, desde donde emerge el brote del río al que no muy equivocados nombramos personalidad. Esa manera tan directa de llegar que tendría si fuera dardo, en el menor tiempo posible, y de la forma más exacta, hasta el centro rojo e incandescente de la diana, que sería nuestro espíritu. Sin duda alguna, al reflexionar traducimos casi de memorieta, como si lo supiésemos todo. Casi cualquier intuición se vuelve liviana bruma al poder darle un nombre. Y clavándolo en el centro. Yendo al grano, hablando en plata. A veces me gustaría poder transcribir toda fuente de emoción de esa forma tan mecánica y, de alguna forma, veraz. Pero luego pienso en los adornos de la escritura y se me parte el alma. Que si bien es cierto que el cavilar es casi tan pragmático como el respirar en cuanto a ayudarnos a comprender el mundo, no logra traducir al completo nuestro mundo interior de olas que rompen. No digo que no lo haga con exactitud, pero no de forma completa. Encontramos, por así decirlo, un clavo en el centro incandescente, describiendo lo que podría perfectamente ser la base de una multitud de sensaciones que estamos sintiendo en ese mísero y fugaz instante; pero, ¿qué hay de lo que circunda el clavo? No basta, no llena. Será que detrás de esa base hay algo mucho mayor. Tal vez se trata de eso, que al pensar le dibujamos a nuestra mente (de la forma más tangible que las palabras pueden) un problema inmediato, y al buscar la belleza en la explosión de expresiones, en la metáfora que a veces se nos olvida de qué está hablando; intentamos satisfacer deseos mucho más profundos. Se ve que albergamos un Atlantis sumergido que las palabras aún no han conseguido desenterrar.

miércoles, 15 de julio de 2015

Medicine



Medicina. En cualquiera de sus múltiples formas y concepciones, siempre la he visto como un vínculo. Una manera de unir esas sensaciones e ideas que surgen de entre diferentes circunstancias, emergiendo; y la práctica tangible, el resultado inmediato y físico ante un estímulo determinado. Un modo de conseguir trascribir, de dejar translucir tus emociones, tus impulsos de bondad, el orden en (y hacia) el que crees que debería caminar el mundo; hacia la utilidad más clara, hacia lograr canalizar un problema concreto, y encontrar resultados visibles a tus expectativas.
Muchos creen que el médico no puede entender, e incluso no puede vivir la enfermedad como un paciente. Y no digo que no sea cierto, pero ese deje negativo y hasta frío de la visión objetiva del médico no me parece verdadero. Al menos, no en todos (de hecho, lo espero). Al igual que el paciente siente la patología como algo muy propio cuyo dolor solo él y su soledad podrían advertir, no creo que sea sencillo entender ese significado que oculta el simple hecho de curar. Ese matiz de lograr objetivos, de arreglar situaciones, que muchas veces olvidamos, y que enterramos entre mantos de resignación; es como si se desintegrara en la consulta. Como si fuésemos capaces de llegar a metas finales, aunque sea en casos concretos.

miércoles, 8 de julio de 2015

Fresas

Sólo estamos (y nos sentimos) solos, en el instante en el que nos autoabandonamos. En el momento en el que nos desintegramos y dejamos de abrazarnos, para sustituirnos por sombras.
No importa que aquellas manos amigas decidiesen desprenderse de las tuyas, olvidar tu piel, borrar de sus lunares tus huellas dactilares.
De alguna forma, tú siempre eres tu compañero. Desde el momento en el que clavado de dolor te realzaste consciente, y comenzaste a compartir la bebida con tu soledad, incluso a transmitiros calor de forma recíproca.
Sin embargo, cuando tú mismo dejas de devolverle la mirada al abismo de tu alma; cuando sigues y sigues sin retorno, sin plantear si es el camino idóneo porque temes la respuesta. Olvidas tus marcas y tus cicatrices se abren, y ya ni si quiera eres capaz de posar en ti la mirada y comenzar un autoanálisis de sanación; el miedo bloquea tu cura. Ese avanzar de la misma manera, cuando sólo cambia el andar de tu soledad, que poco a poco gira en sentido contrario para decirte adiós y pellizcarte con su ausencia de grietas en el cielo.
Entonces... entonces, amigo, sí que veras calles vacías, risas sin sonido y melodías desordenadas.


domingo, 14 de junio de 2015

Silencio

Y juraban ser felices sin complicaciones, sin pensamientos con sonrisas maliciosas que arrancaran rosas y cavaran tumbas. ¡Lo prometo, lo he visto! ¡Lo he oído! Tal vez no les creí por el temor a la visita del fastidioso vecino que suele ser la incomprensión.
Atisbar tan lejos la calma en su totalidad, en el pleno sentido que el lenguaje le otorga al concepto. Vislumbrarla frágil y lejana, como un brillo en el ocaso agazapado, alegóricamente ensombrecido por el cansancio de éstas nuestras piedras de Sísifo. 
Y en el tejer de esta tela de soledades sin galerías, de imágenes difusas, del olvido que no se olvida; de vez en cuando confieso que el sentarme a conversar con el mundo, a solas en nuestro vínculo de oraciones desechas y sonrisas torcidas, de concepciones confusas y emociones revoltosas; me fascina y satisface como el poder de un secreto guardado en nuestro ático.
Como la seguridad de la inseguridad, como este placer ambiguo que la duda nos brinda de forma esporádica.

Sin embargo, qué sería de la soledad sin un buen compañero de silencios.

martes, 9 de junio de 2015

Spinoza: sobre la felicidad

Hace relativamente poco leí un análisis sobre la teoría de la felicidad de Spinoza. No esperaba menos de un filósofo que le otorga tanta importancia a la razón, a la conciencia de causa. Su construcción filosófica, en cuanto a su parte antropológica y psicológica es bastante indestructible; gran parte gracias al orden riguroso que sus argumentos van describiendo. Aún así, hay ciertas partes que me gustaría matizar como opinión personal. ¿Que probablemente me equivoque? Es filosofía, el error es subjetivo (como todo, me atrevería a decir). ¿Que no deberíais hacerme caso al no tener el título de filósofa (o al menos filóloga, antropóloga, psicóloga...)? Tal vez, eso os dejo a vosotros que lo juzguéis. ¡Que despierte el espíritu crítico!

En primer lugar, y desde una visión completamente no-dualista del ser humano; tengo que decir que su crítica a éste me parece excesivamente simple. Entiendo querer vincular el alma y el cuerpo mediante una influencia recíproca y hacia el mismo sentido de ambos. Quiero decir, comprendo que considere una prueba que lo que resulta en positivo para la mente lo acabará siendo para el cuerpo y viceversa, y por eso son la misma realidad. Eso, en general, ya de por sí, me parece discutible. Se puede no alimentar, por ejemplo, el crecimiento intelectual y tener un físico muy labrado. O lo contrario, pasar incluso a la desnutrición por tener más tiempo para alimentar el ansia de conocimiento.
Pero olvidando y dejando un poco esto a parte; no es cierto que, el sencillo hecho de que dos elementos se entrelacen en mutua influencia, implique que ambos sean la misma realidad. Un ejemplo algo poético: un beso hace que el movimiento de unos labios vayan al compás del movimiento de otros labios ajenos. Se provocan cambios simultáneos y en la misma dirección en dos realidades completamente distintas. Y por esto mismo, me parece un argumento insuficiente.
En cualquier caso, encontramos que el alma es un ámbito de fe al fin y al cabo, lo único que nos quedan son críticas destructivas del tipo de "No hay cabida para el alma en el universo, ¿Dónde está ese mundo de las ideas?" O sencillamente "¿Acaso puedes demostrar la existencia del alma?" Sin duda, aún más ingenuo. ¿Puedes demostrar la existencia del cuerpo? Pero eso es ya otro tema.

Para continuar, una de las soluciones que mejor trata de plasmar Spinoza para evitar el descontrol emocional que supone la tristeza, y las consecuencias fatales cuando alberga en nuestro espíritu; es ser consciente de la causa de nuestras emociones. Algo me produce tristeza, y por eso lo odio; si sé por qué me produce tristeza, y por tanto por qué lo odio; ya no tendrá tanta fuerza ese odio iracundo que comenzaba a hervir en nuestras entrañas. De nuevo me parece demasiado simple. A veces saber la causa de nuestros actos sólo hace que desarrollemos una inseguridad ante nuestras capacidades, ante nuestro control de las situaciones. Nos percatamos de que hay ciertos elementos en la existencia que, al menos, nos cuesta conseguir que nos influyan negativamente. Además, existe ese mágico "poder de la costumbre", y es que una vez sueles llevar como hábito, no sólo un modo de actuar, sino incluso una forma de sentir algo, de tratar a una persona, de pensar de una manera determinada... es relativamente complejo cambiarlo, por muy bien que sepamos la causa de lo que acontece.
Si bien es cierto que conocer los por qués nos ayuda a encontrar los cómo, no es cierto que sea imprescindible ni que conlleve directamente al éxito.
Prefiero llamarlo esfuerzo, prefiero llamarlo voluntad, prefiero llamarlo re-educación. Porque es incluso ingenuo pensar que a veces la causa será única, o que será algo que esté en nuestras manos moldear.

Algo que me resultó curioso, fue la gran sencillez con la que desenvuelve e intenta desgranar las emociones primerizas, las de los primeros estadíos de vida. Si bien estoy de acuerdo en que siempre pretendemos potenciarnos y alzarnos hacia lo más alto (a veces ni si quiera sabemos la causa, lo que lo considero una prueba mayor de su innatismo); tal vez resumir que lo que nos produce alegría vamos a amarlo, y lo que nos produce tristeza y dolor vamos a odiarlo es demasiado reduccionista. ¿Acaso no hay objetos que pueden satisfacer unos anhelos y otros no? ¿Esa tristeza y alegría simultáneas lo convierten en objetos neutros? ¿O es cuestión de preferencias y de grados (nos produce más tristeza que alegría, o la alegría que nos produce nos parece más importante que la tristeza que se adviene). Podría considerarse que el niño no tiene capacidad para sentir dos emociones a la vez ante lo mismo, que esa preferencia emerge sola; y directamente siente tristeza (por ejemplo) porque lo que se le suprime es más importante que lo que se le otorga. ¡No lo sé! aún así creo que algo tan sistemático en los seres humanos siempre lleva a error. Y de ahí resurge mi conclusión.

Y así, como algo que sin decir nada en concreto dice demasiado sobre lo que nos rodea, me gustaría concluir que en el mundo lo sistemático siempre falla. Los sistemas lógicos sin ningún error no tienen ningún tipo de vinculación con la vida real, nada más que con la satisfacción de aquel que lo construye, más preocupado en conseguir que nada incoherente cruce sus ideas, que de pretendidamente mirar hacia su alrededor, donde las incógnitas y las contradicciones vuelan en el aire, casi tan abudantes como el oxígeno que respiramos.
Me queda la pregunta final: ¿Y tú, que piensas?

¿Cuestión de preferencias?

Hastío, miedo... ¿Qué odiaremos más? ¿Odiamos lo desconocido porque lo tememos? ¿Amamos irremediablemente lo novedoso porque el hastío inunda nuestro alma con lo cotidiano? ¿Y si es el miedo al hastío un miedo de mayor índole? ¿Y si tememos el aburrimiento, lo estático, la parálisis; y eso nos lleva irremediablemente a buscar aquello que ni si quiera somos capaces de imaginar?
¿Y si es sólo cuestión de preferencias? Como siempre, como nunca. El miedo se alza, ¡Ay el miedo! Qué presente estás y qué poca consciencia te otorgamos.
Tememos lo desconocido, pero el temor a la parálisis es mayor, y nos merece la pena correr el riesgo de adentrarnos en la oscuridad de unos recovecos extraños, ajenos.
¿Será siempre así? No. Los castillos de cristal, ordenados en cada ápice y en cada frágil y punzante esquina existen. Esas construcciones mentales tan firmemente sujetadas que el movimiento a ras del viento parece un sueño (o en el caso de estos señores, al temer hasta ese grado la novedad, una pesadilla).
¿Y de qué depende que potenciemos más unos miedos que otros? Tal vez lo social, la educación que se nos brinda. Tal vez el dolor. Sí, el dolor. Y luego el poder de la costumbre, que con tan poca relevancia ha sido tatuada; pero que reside en nuestra voluntad (apagándola o desnutriéndola) de forma innata, y sin percatarnos de su sutil y liviana presencia. El miedo que se viste de costumbre y pierde su estancia como punto vital y determinante a la hora de tomar decisiones; pero siempre presente, como base, y en base a él será cómo actuemos.
Miedo, miedo... ¿Cómo lograras nuestro movimiento? ¿Qué clase de oro te forja, qué clase de fuerza te conforma? Manchas nuestros objetivos con tu firma, derramas tu esencia por cada abrazo de pasión que estrechamos. Al fin y al cabo estás presente. Tú trabajo es gestar la vida. La vida como huída (lo que amamos lo amamos porque lo contrario lo tememos), pero al fin y al cabo vida.

domingo, 7 de junio de 2015

Y tengo que decirle adiós

Y tengo que decirle adiós,
A la turbia hiel de mis labios;
a las mañanas de (tu) luz,
que acarician tus trémulos brazos.
A las noches de copos de nieve,
en la desesperanza de la calles
de un otoño de marfil.

Y tengo que decirle adiós,
Al oscuro cisne que se revuelve,
a las brechas entre huídas,
a lo que mi ausencia no resuelve,
a lágrimas desencajadas,
a la imposibilidad.
Y de nuevo adiós a los otoños,
a nuestros veranos otoñales;
a tu sonrisa desencajada (que también es mía),
a una espiral que el tiempo
debe derruir con sus alambres.

Pero en el amargor de las despedidas
emergen luces que se deslizan,
que se desdoblan de entre agonías,
que apuestan por las bienvenidas.

Porque en la seguridad de la sabiduría,
que aun escasa con destellos permanece;
sé que mis buenos días los escribe,
la voluntad que en todos acontece.
Y aunque de hierro no sean
ni se conformen sus sinsabores,
se alza con ese material inmaterial
que en todos jamás perece;
uno que sin gozar de esa rigidez,
sin esa fuerza que reside
en los ferrosos brazos de metal,
siempre permanece;
frágil y moldeable cristal,
que nunca se derrite,
ni fuego desintegra;
que para ver sus ojos apagarse,
la tangible y corpórea muerte
en tus manos ha de entrelazarse.

Y esa es mi esperanza.
Y ese onírico sueño,
en mi siniestra vigilia,
con destreza me acompaña.

Y con todo lo que me rodea;
ya no sé si de la mano,
o tal vez a cuestas,
me despido para emerger,
de cenizas vomitadas resurgir,
me sumerjo para no descender,
me encierro para salir;
porque a veces ser no basta,
ya, amor, no basta así.

lunes, 1 de junio de 2015

¿Y si?

A veces me gustaría devolverte las mareas de vida que haces resurgir y desembocar en las orillas de mis grietas. La impotencia emerge entonces, presa de la intransigente incapacidad de poder darte cada ápice de la luz de las comisuras de mis labios. No puedo envolverte con toda mi ternura si no dejas de crear(me) nueva.

domingo, 31 de mayo de 2015

Retroalimentación

La fuerza de lo circular, la permanente e imperecedera circunferencia que estructura cada contorno visible (y los que no vislumbramos también, sería ingenuo pensar lo contrario). Cómo damos vueltas, cómo oscilamos entre lo similar. Cómo volvemos, retrocedemos; sin ni si quiera frenar, sencillamente alimentando lo que con anterioridad se produjo. Sólo recordamos lo que nunca sucedió porque no hay forma de que suceda y anhelamos lo improbable, amamos lo intangible. Todo ocurre, y todo se vuelve a nutrir con el ímpetu de un reencuentro.
¿Por qué no alimentar el amor de nuestros incandescentes latidos, entonces? Amando amar; recreándose, resurgiendo y emergiendo entre sus dedos: única forma de encontrar el amor en lo exterior. Para asombrarse del brillo de la vida tenemos que ser capaces de sacar el pincel y tintarla de nuestra propia purpurina.

viernes, 29 de mayo de 2015

De espejos y de almas

Un espejo. Un reflejo de nuestros ojos, y nuestras pupilas uno de nuestra alma (si es que tuviésemos). Cuántas veces habremos oído esa frase, que somos un espejo del mundo, que lo que nos rodea nos influye en una simbiosis mutua (de alguna forma tú también retocas la circunstancia, dotándola de ciertos colores, moldeándola y ajustándola a la forma de tus manos).
Un espejo. ¿Por qué podríamos, además, serlo? ¿Cómo identificarnos con el brillo plata de sus rasgado cuerpo de mercurio? ¿Y si hay que cambiar la perspectiva? Tal vez no se trate de encontrar las similitudes del mundo detrás de nuestros actos. ¿Y si es el mundo el que se ajusta a nuestro carácter?
Tantos adjetivos, tantas maneras de definir, de etiquetar, de separar y ordenar cada ápice que observamos. Orden como necesidad, no lo niego. ¿Y en base a qué conseguimos esquematizar? ¿Cuáles son las características que tratamos de buscar en todo lo que analizamos? ¿Qué es lo que resurge en una palabra, una sonrisa, una mirada, una ráfaga de viento rebelde; que hace que automáticamente le apliquemos una idea al objeto en cuestión, y contribuyamos a nuestra construcción del mundo?
La existencia es ardua, nuestra imaginación limitada. Encontramos en las personas diferentes rasgos que hace que los reconozcamos de cualquier otro ente posible. Hipocresía, rebeldía, bondad, belleza, inteligencia, perspicacia, rudeza... son algunos de los aspectos que nos gusta aplicar y permanecer así tranquilos, en sinergia con el mundo y con nosotros mismos, preservando esa ingenua seguridad que se convierte en una necesidad ciega para continuar el camino.
Definir a alguien con ciertos adjetivos es reduccionista, ya lo sabemos. La pluralidad del ser humano se adivina entre cada conversación casual, entre las distintas reacciones al mismo estímulo. Miles de facetas para un mismo cuerpo, a veces tanta paradoja me resulta fascinante y otras frustante. Paradójico también.
Todo esto me lleva a pensar que cada proceso de diferenciación que usamos para calificar es fruto de nosotros mismos. Que nuestra capacidad para observar cobardía en algunos, hipocresía en otros, y amabilidad en otros cuantos; no es más que la potenciación y personificación de un rasgo que sabemos se encuentra en este alma nuestra que en ocasiones me sorprende que pueda caber en nuestro cuerpo. ¡Somos todo y no somos nada!

miércoles, 20 de mayo de 2015

Poesía

Me vanagloria saber,
que ciertas cosas no se desgastan.
Me vanagloria encontrar,
y con un enrojecido estupor afirmar,
que en la memoria perduran,
matices que no envejecen.
Que al contrario de lo usual
consiguen emerger,
acrecentarse, alimentarse;
y alimentan de orgullo y efímero placer,
las almas que de caminos y arrugas,
en el tiempo parecen querer enterrarse.

Tal vez sea cosa de mi espíritu,
que siente la poesía en sus desgarradas carnes.
Que sin pensarlo dos veces,
en su ceguera insatisfecha,
en la ilusión de una juventud aún imperecedera;
perece de resplandor
en la guía que la palabra le otorga.

Por más pasos que se entrecrucen,
entre eternos pies sollozando.
Y por más pestañeos que mis ojos,
brinden al viento y al tiempo,
en una vida que de vez en cuando,
nos miente esculpiendo en nuestras frentes,
las duras palabras de la senitud;
la oscura incertidumbre,
de que no haya duda en el desaliento,
que pueda resurgir entre nuestros escombros.

Creo que he dejado de explicarme;
pero que si la rudeza del ya no tener nada que aprender,
la crueldad de que resulte extraño e incoloro
el que haya algo más que nos pueda aportar,
se hunde en la miseria de su propia concepción,
se desgrana su afilado contorno,
cuando la poesía emerge entre los escombros,
para recorrer nuestros ojos cansados,
y hacernos palpar en nuestro interior,
un revuelo insano que huele a infancia;
que se asemeja a la luz y al brillo,
del amor en ese atardecer de junio,
que sellaron tus labios al compás de las olas.

Sigo pensando que tal vez sea ceguera,
que la sordera que me enmudece,
me deja sin aliento,
ensombrece el olor de lo real,
y me impide lo tangible tocar.
Pero que por más velos que tapen mis córneas,
por más que desquicien hasta el desengaño;
ya no sé como hacer que lo entiendas,
pero poesía,
te eligiría entre cualquier mecenazgo.

sábado, 9 de mayo de 2015

My pillow

No se trata de ausencia, no busques entre parásitos dormidos de recuerdos olvidados. Hay una tibia férula de rosto ocre y fina mugre, de sustancia adherente que amarrada se entreteje; que mis ojos funde en el color blanquecino de una ceguera sorda, de un regusto al hedor de la soledad. Es delgada y flexible, fácilmente adaptable al contorno de tus caderas; a la escarcha de tus desgastadas articulaciones de marfil. Y te sume, y te envilece. Y la duda te conquista, porque tal vez el desconcierto de estar donde no se está realmente no es más que una pútrida muerte en vida.
Y no consiste en no saber caminar, pues has conocido otras sendas vestigiales que incluso se convirtieron en tus zapatos, alegando la pureza de una verdadera confianza.
Y tal vez sepa como arder en este mar pero las llamas no consiguen encender la lámpara de mis latidos.
Que curiosamente no me ausento, pero poseo todo excepto a mi olvidada alma en vilo.

domingo, 26 de abril de 2015

Emergiendo, resurgiendo

Paremos un momento,
que con prisa olvidamos nuestros sueños.
Paremos un minuto,
que esta rapidez nos sume en el silencio,
que ser veloz no apaga estruendos.

Y ahora mira al cielo,
intenta adivinar el surco de la brisa.
Y ahora escruta tu rostro,
sé partícipe de tu inexplicable sonrisa.
Y al fin adéntrate más profundo,
y busca esa mala zancada,
ese tropiezo de arenas movedizas;
y cuando con cuidado lo vendes,
cuando cures sus heridas;
ya sabes, nunca corras,
sólo camina.

martes, 14 de abril de 2015

Across the universe?

En la parafernalia de los días;
el rojo de tus párpados cerrándose en el crepúsculo,
que arremete resignación en suspiros asincrónicos,
que purifican y envilecen mi turbio estado de ánimo,
que volátil se enrolla en la sonrisa de tus legañas;
a veces despierta el ensueño de mi pesar.
De párpados rojos en sangre sumidos,
de asincronía resignada en suspiros sordos,
de pura y vil alma rota en anhelo anhelante;
del volátil poema que al extrañarte compongo.

miércoles, 8 de abril de 2015

Negro es sólo el cuaderno

Nota mental: En un día X, porque hace mucho que dejé de contar, o tal vez nunca lo hice; he abierto el cuaderno de tus sombras y vaivenes acompasados, y al retratar tu sonrisa en la vigilia de mi recuerdo, mis lágrimas no han sentido necesidad de descender a la superficie a buscarte entre los rincones de la casa.

Sé donde está cada ápice de mi desorden personal

¿Sabéis esos días en los que sientes que podrías escribir algo completamente diferente a lo usual sin sentirse ajena en tus propias carnes? Como si algún otro destello escondido de tu carácter emergiese con fuerza, y saliese de una incertidumbre que hasta entonces le ha dado cobijo y algo para comer (imagino).
¿Conocéis ese momento de solidaridad consigo mismo? ¿De caminar a ras del viento y observar que, dentro de tu propia perdición, en el interior de esa profunda catarsis que circunda tu vida cotidiana; eres capaz de sencillamente ordenarte? ¿Ordenar el desorden? ¿Mantener en profunda actividad y emoción una calma que bien sabes que reside en ti?
O a lo mejor es sólo confianza. O tal vez son sólo algunos delirios más de tantas vueltas que ya sabéis que me gusta dar.
¡Pero qué bien le sienta a mi entereza el orden, aunque sea muy profundo! Ya no sé si el autoengaño reside en la explosión vital o en el razonamiento exahustivo. ¡Maldita sea, razón! ¡El único síntoma para diagnosticarte es la necesidad de un orden casi tan enfermizo como tú!

sábado, 28 de marzo de 2015

Miedo y literatura

A veces siento que leo para encontrarte entre las palabras.
Viajas en volandas, a merced de los párrafos que se cruzan con mis ojos.

sábado, 21 de marzo de 2015

100 gaviotas, ¿De dónde vienen?

No sé que tiene esta noche que augura tu presencia,
y la marca a fuego en los lóbulos de mi angustia;
de esta pesada carga que se arremete y ataca,
de estos labios que tu partida sollozan y alumbran.

A veces sólo quiero contarte que el horizonte,
rojizo se me aparece cubierto de esperanza;
y en la adversidad de tu aún reciente espina bífida,
tal vez ojos nuevos -y perdidos- se entrelazan.

Correr por estas calles que aún me resultan ajenas,
enajenada me encuentro a tu sombra adherida;
y con fugaz sorpresa el cuento ha cambiado la tinta,
y con mis puños a mi espalda te cuento esta historia.

En la neblina algunas manos disipan las nubes,
o iluminan la negrura de una soledad ya marchita.
Quizá la libertad ha estrechado mis manos raídas,
No sé, tal vez haya sonrisas que florezcan la urbe.

Negar que el atardecer tiene tu nombre no pretendo,
tengo tus colores en mis párpados bien abiertos,
pero aún surca entre destellos la fulgurante vida;
todavía penetra la calma, todavía resurge la risa.

lunes, 9 de marzo de 2015

La playa

Confieso que no quiero dejarte ir.
Admito que eres la muerte más bella que circunda la atmósfera de mis latidos. Ahora que lo dices, mi sístole y diástole huecas ven de este vals una danza inmortal.
Muchas casualidades como para nuevamente permitir tu huida, ¿no?

domingo, 8 de marzo de 2015

Me lo invento

Y cerraré el círculo del cielo con mis párpados esta noche estrellada. No habrá más que el sinfin de recuerdos adheridos al paladar de mi memoria (Amargo, ¿eh?), no buscaré más que la calidez de la risa congelada que cose mis grietas asustadas.
Y será el instante que mirando al fin de cada día no dispare sinsabores de entre mis pupilas. Y será el día en el que lea sin romperme mi cuaderno negro lleno de mis burdos intentos de transcribir el encanto de tu risa. Y será el momento en el que el nudo de mi estómago no se necrose al escribirte. Tal vez, sólo cuando deje de escribirte, será la oportunidad de sonreir al rojo del atardecer y gritar que ya no está hecho de mi sangre.

La síntesis que retorna

El pergamino de mi alma te describe como sombra.
Viajas a rastras caminante ilusorio,
en la espiga de mis talones,
en volandas.
No sabes hacer otra cosa, tal vez,
que pegar martillazos con la vigilia de tus ojos,
con la sangre de tus magullados escombros.

Me haces viajar a rastras,
me espigas los talones,
me llevas en volandas.
Me creas, me destruyes,
me alcanzas.

Si la vida es metáfora, gracias por existir.

jueves, 5 de marzo de 2015

Deformando reflejos

Era el amor de su vida. Su dentadura de marfil le saludaba cada mañana, a conjunto con la pureza de un repentino bostezo juguetón. Su mirada le revolvía la entrañas, acababa con el elixir y la pulcritud de su espíritu; alma que no logra encontrarse si no persigue su pelo revuelto al despertar. Se llamaba Amelia, y pondría la mano al fuego para jurar que se habría suicidado sin sus pestañas de diosa. Todos los días se despertaba con el sol, mirada rápida a su ya raído uniforme, y a sus oxidados zapatos, y se despedía sin más demora cerrando la puerta al salir. Ni una palabra, ni una sonrisa entre la bruma del amanecer. Claro, ella no pecaba de locura; y, ¿Cómo mantener una conversación con tu propio reflejo?

Érase una vez un espejo. Roto y adormecido, dubitativo y exhausto. Con la incertidumbre de la vida a cuestas, arañado por la niebla de los días. Y de eso trataba esta antigua historia, de la nubosidad de su espíritu curioso e incomprendido. De la emoción ahogada de un espejo que no sabe quién es.

Continuamente vagamos por la vida cabizbajos y asustadizos, carcomidos por la incertidumbre de unos años futuros al completo desconocidos. Somos historia, y es responsabilidad del tiempo ir modelando nuestra figura, reconstruirla a imagen y semejanza de la catarsis de tantos momentos pasados que se entremezclan. Y ella era su historia, su impaciente reloj de arena, la causante de las grietas de sus lágrimas.

Las comisuras de sus labios eran la razón de sus inagotables ganas de vivir. Y necios aquellos que no apreciaran su sonrisa. La había visto crecer, la había visto nacer, y también morir con cada decepción. ¡Había visto tantas cosas! Pero, en cambio, nuestro querido y desdichado espejo no lograba verse, no lograba ser. No conseguía existir. ¿Cómo hacerlo si no podía percibirse, si no era consciente de su propia personalidad? Condenado a observar todo lo que le rodeaba,  a sus adyacentes compañeros alimentando el vomitivo ego con cada mirada al contorno de su cuerpo; pero incapaz de amarse, de cambiar si quiera; por no saber, no sabía qué era lo que debía mejorar o mantener tal y como ya era.

Aunque, ¿Había algo que él propiamente “era”, que podía seguir de esa forma? ¿Había alguna forma que le caracterizase? A menudo soñaba con las caricias que podría regalar, el ensueño de oir el propio latido de su corazón, de escuchar su sangre ardiente recorriendo sus venas; de abrazarla… con unos verdaderos y cálidos brazos tangibles.

¿Sería él aquel perro que, divertido, trata de cogerse la cola mientras corre? ¿O, tal vez, aquel apuesto caballero que le acompaña, perdido entre las páginas de un libro? No entendía, no comprendía; y, mientras, se ahogaba en el ensueño de una pesadilla tan real como irreal. Mientras, la pupila (azul) de su amada descendía, ajena a su amor de flores en domingos, y de regusto a infusiones de canela.


Esta es la historia del suicidio de un espejo muerto (o, quizá, no vivo), de la derrota que nunca esperó triunfo. Pero, ante todo, es la historia humana. Porque lo que nuestro amigo nunca consiguió vislumbrar más allá de un existencialismo febril, fue que él era todos ellos que pasaban a rastras por su lado. Que lo que nos rodea nos conforma, y sus hundidos pasos, que parecían querer asemejar el camino de Sísifo, avalaban su existencia. ¡Sí, existió! Y su reflejo propio no existía porque… ¡Él era todos los demás a la vez, en una mezcla tan única como indefinible! Y no sé si viviste, pero con mi sofocado aliento firmo la promesa de que nunca perecerás; que siempre habrá un reflejo tuyo en el seno de mis recuerdos.

lunes, 23 de febrero de 2015

Ni eres, ni me basta

Me doblegaría por tu trémulo esbozo,
que siento que se hunde en el recuerdo.
Agazapado me huye,
y se muestra como un terrible ensueño;
una nube de papel,
de humo rasgado por mi inconsciencia,
de mentira que se maquilla de angustia,
o tal vez es al revés,
admito que no lo sé,
que hace tiempo que este ansia es tan solo
ese nublado cielo envuelto en polvo,
ese reverso quemado del hedor de tus ojos.

Ciegas ciénagas susurrando,
en los viajes a la negra catarsis;
que trazas al compás del viento,
que dibujas siguiendo el transcurso,
de este sucio existir
que tan poca existencia me otorga.
Y tan oscuras son tus pupilas,
y tan raídos tus cabellos,
y tan sesgados tus deseos;
quién lo diría,
te pareces a la contradicción,
de mi espíritu roto y convexo,
rama rota, de hambre exento.

Y el corazón se me desgrana,
cuando vislumbra tus pasos de hada madrina,
las comisuras de tus labios marchitas.
Y ríes, y rompes cristales;
y la cúpula de tu semblante se deshace.
Y yo ya no sé como explicarte,
que el regusto de esta vida me consume,
que he cambiado ser por necesitarte,
y necesito ser para seguir muriendo en tus brasas,
quemado entre tus pasos de bruja,
en la impotencia de no saber hacer otra cosa,
que desesperadamente amarte.

De viajes y de sonrisas me dibujaba,
de transparente y pulcro río
que desembocaba,
que irremediablemente terminaba;
pero pura era la limpieza de su seno,
que ahora deambula sonámbulo
por los surcos del ensueño,
en un letargo lejano pero presente,
tan cerca que el olor aniquila
el rosa pálido y calmado de mis cerezos.

Ya sabes, amor.
Querer y perder cruzan de la mano
por esta senda de espinas y rosas.
Sencillamente,
y ya resumiendo,
a martillazos intento desgranar
la fina tela de mi torpe volar.
Ya no me quedan fachadas;
Ya ni soy, ni eres, 
Y mucho menos me basta.




martes, 17 de febrero de 2015

?¿

Engendro de malicioso porvenir escondido, que trazas alienantes surcos y ramas fulgurosas. Puedo sentir el lento y marcado paso de tus miles de brazos acechando, nunca con prisa pero siempre pausadamente; tiñiendo el cielo de un añil miedoso, un amarillo tétrico. Un hedor pesado se extiende a lo largo de un cielo pedregoso y asfixiante, una niebla espesa recubre toda la vieja ciudad, con los cansados espasmos de vida que traza el contorno de sus calles; y parece que quiere ocultar las cuchillas de tu dentadura de resquebrajado cristal.
Y es absurdo cómo tus náuseas se reproducen, y suben y bajan; y todo parece continuar aún en situaciones completamente ajenas y diferentes. Pero ahí te encuentras, ahí te alzas, ahí me asesinas.
Aquí me presento más que antes, y más que nunca; viva. 

viernes, 6 de febrero de 2015

¿Soy?

En cualquier caso; éramos vello erizado, sangre de mi sangre (que no es otra que la que camina acompasadamente por tus venas), racimo de uvas agridulces. Vello que abrazaba el cielo, en búsqueda de otra piel marchita a la que adherirse por su otro extremo olvidado; sangre anémica, blanquecina pulcritud; racimo a medio camino de brevas, a medio palmo de alcanzar la vejez con sus arrugas de cristal.
Teníamos que ser lepra, y desencajarnos a pedazos en la amnistía del tiempo. Teníamos que roernos, despedazarnos, humillarnos y romper el engranaje de nuestra piel.
Tenía el tiempo que marcarnos a fuego los bubones negros en nuestro pecho impasible.
Cariño, que si hay algo que haga tambalear mis pies astillosos, que ya sabes que soy una rama de madera clavada y ardor fulgurante; es la impasibilidad.
Perdóname, pero no quiero amor si luego se me desgasta la vida.

lunes, 2 de febrero de 2015

A tientas

Acongojada te muestras,
entre la pálida orilla de tus labios.
A tientas te guías,
siguiendo la línea pálida de las arrugas,
que se pierden entre tus manos.

Y el corazón se me desgrana,
cuando vislumbra tus pasos de hada madrina,
las comisuras de tus labios marchitas.
Y ríes, y rompes cristales;
y la cúpula de tu semblante se deshace.
Y yo ya no sé como explicarte,
que el regusto de esta vida me consume,
que he cambiado ser por necesitarte,
y necesito ser para seguir muriendo en tus brasas,
quemado entre tus pasos de bruja,
en la impotencia de no saber hacer otra cosa,
que desesperadamente amarte.

Desciende del martirio de tus infiernos,
ámame desde esa ladera de cielo,
que delimita tu figura de ensueño,
que transgrede y rompe con la mugre,
de esas cenizas ennegrecidas con el tiempo.
Dispara.
Sólo podré alcanzar la vida,
Si son tus garras las que me lapidan.
Ya lo ves, amor;
no veo otra forma de alzar el vuelo.
necesito sentirme arañado.
necesito tu veneno.

viernes, 23 de enero de 2015

Después de todo, el viento sigue siendo viento, y la marea sigue trayendo retazos de arena que acariciaban nuestros pies.
Después de todo, al final; hay cosas que sin cambiar, están bien como están. Sin que el transcurso de los hechos varíe en un ápice. Sin que la esencia del recuerdo se vea modificada, estrangulada por la niebla de los días.
Sin que las gotas de rocío limpien las lágrimas exhumadas de nuestras mejillas.
Porque son necesarias. Porque son el tinte de la creación, la mágia del despertar.
Amanecer absurdo que se enciende, luz que se extiende por mis dedos haciéndome cosquillas, revólver de incertidumbre que no cesa, que no cansa, que no deja de nacer.
¿Y ahora qué es lo que me deparas?
¿Qué incinerarás; qué clase de nueva pupila clavarás en mi entender?

viernes, 16 de enero de 2015

Te quiero por encima de mis posibilidades (Dear Marta)

A veces necesitamos que algo rompa nuestros esquemas. 
Ya lo sabes, para qué contarte que ese cristal imperecedero puede estallar en trozos diminutos con un simple gesto, una palabra cargada de fusiles inesperados.
A veces me cuesta explicarte que consigues que no se vuelva a crear otro castillo de cristal más opaco, menos frágil, más imponente y difícil de despegar. Que la ola que desborda el rubor de tus mejillas al reír, o la absurda comprensión emanando entre nosotras, resurgiendo entre frases que son algo más que frases, entre silencios de abrazos que sin serlo dan más calor; es siempre tan comprensiblemente incomprensible, tan fugaz y tan intensa, que me desbordo por las esquinas, que exploto caminando contigo por las calles de Madrid.
Y sé que tiendo a personificarlo todo, pero juraría que el brillo de nuestros ojos al conversar, esas luciérnagas que destierran sombras; se entrecruzan, se dan la mano,y buscan ese onírico paisaje que sólo nosotras sabemos dibujar. 
Y ahora lo único que deseo es que esto suene tan natural como eres, como somos. 
Como, espero, seremos. 

domingo, 11 de enero de 2015

tránsito

Hay una frase que me martillea las pesadillas haciéndoles cobrar ese tinte oscuro de realidad que desdeño. Me acosa por las noches; y se esconde en mis párpados, despeinándome las pestañas, quitándole el sitio a mis legañas. Me coge la mano y acaricia mis ideas, se adentra en los profundos surcos de mi cerebro y se apiada de la fuerza de mi voz, de la soledad de mis pensamientos más recónditos.
Cuando despierto, sólo puedo mirarme al espejo a ver si mis mejillas humedecidas avalan su esencia mortífera. Y sólo a veces estoy realmente segura de su veracidad.
Porque, querido, "tengo tus ojos ámbar tatuados en las grietas de mis lágrimas".

sábado, 10 de enero de 2015

Hola yo, ¿Cómo estás?

Hay unos ojos aguamarina que me observan desde la esquina de atrás.
Ellos creen que no me percato de su presencia, 
pero yo intuyo su tenue desvío de pupilas,
el sofoco apaciguado de sus párpados;
al fijar mi vista en su mirar.

Llevan una sonrisa incrustada en su parpadeo asincrónico; 
y se desvisten,
desgastan su labia en posar una mirada vidriosa
en el ruido de mi paso danzante al caminar,
en mi desgastada silueta cuando aparece sin llamar. 

Desde que su esencia me envuelve todo es más tangible,
todo parece incluso real.
Será que entre las lágrimas de miel 
que expulsaban la dulzura de tu imagen en mi memoria,
de mi propio recuerdo arañado por las horas;
he encontrado una perla blanca,
que mi único cuervo (yo misma) aún no ha sabido robar.

¡Vaya! qué curiosa la sorpresa,
que tiende a aparecer cuando nunca es llamada,
cuando nuestro anhelo hacia su figura
se extinguió entre el fuego de la desdicha.
¡Qué curiosa la sorpresa,
cuando resulta que esos ojos son los míos!


  

viernes, 9 de enero de 2015

Sólo

Ardía la memoria y ardían las sábanas ante el rastro de coral de tus recuerdos. Ardían sus besos, quemaban mi garganta con suspiros ahogados; mientras mi anhelo era que se desintegrara ese coágulo de sangre que presionaba mi pecho, que tenía (y tiene) tu sonrisa por bandera.
Ardía la cama a envestidas, cabalgaba al son de su voluntad desesperada, del placer infinito al ritmo de sus latidos acompasados; ardía yo en el fuego de mi desdicha.
Y fuimos polvo que se deshacía entre la pasión de nuestros ardientes suspiros. Y somos (y seremos) polvo mustio arrancado por las alas del viento, fustigado por las horas marchitas.

viernes, 2 de enero de 2015

¿Dónde estoy?

Tiene que dejar de molestarme que el mundo no sea como yo.
Que los colores del viento no sean aclamados como banderas de una patria común,
que el río no es del intenso rojo que mis ojos vislumbran,
tal vez sangro demasiado todo lo que toco,
y este mar ha acariciado tantas veces mi cuerpo,
que las fresas de tus labios envidian su color,
que las moras silvestres podrían prestarle su olor.

Tal vez el cielo no le cuenta a los demás esos cuentos,
y los rayos del sol no significan que la obra de teatro vaya a comenzar;
posiblemente ni si quiera aplaudan con la lluvia al final,
probablemente no lloren desconsoladamente,
cuando tus pasos van quedando tan atrás.
Cuando el hastío del tiempo no deja de girar.

Algo tengo que estar haciendo mal.
No sé si hay algo que sienta como verdadero;
o si en cambio todo me golpea
con la fiereza de una despedida voraz.

No sé si todo es el mundo o si el mundo es nada.
Si quiero que la vida me pertenezca;
o a la esencia escurridiza y revuelta ,
que se enciende en cada reflejo de un sol de cristal,
estar atada de pies a cabeza.


jueves, 1 de enero de 2015

Nunca fui verdad.

Ahora no puedo soportar que me dejes sola;
no cuando yo soy la primera que lo he hecho,
no cuando ya no estoy,
cuando mis manos apesadumbradas caen sobre mi regazo
mientras el silencio se adentra,
mientras tus ojos (o los míos) me piden clemencia,
mientras el sol hace tiempo que se escondió.

Y es saberte imperceptible,
Estar segura de tu ya perenne inseguridad,
de tus pensamientos arraigados a las cenizas de mis manos.
Y ya no te pido un abrazo, amor.
Ya tu calor no me hace resurgir
No porque la pureza de mis emociones se extinga,
sino porque soy yo la que no puede abrazarse,
soy yo la que no puede devolverte la calidez,
porque ya no tengo brazos,
Tal vez me los arranqué.

Y me pesa más la conciencia que la experiencia,
y los años no cicatrizan en mi espíritu,
y no sabes, cielo, cómo sienta no tenerse.

Los ropajes se consumieron,
Yo misma los quemé con la hiel de mi aliento.
Ya no me quedan fachadas, amor.
Las máscaras han desaparecido,
Las ha raído el viento,
Se las ha llevado a donde él mismo desconoce.
Sí, adivina, estoy hablando de mí,
de la incertidumbre que arrastran mis talones.

Ya no me quedan fachadas con las que tropezar,
Ahora sólo quedan las miradas perdidas que tanto taché,
Los monstruos de los que tanto me reí,
La soledad que tanto rechacé, con la que tan cruel fui.
Y la ayudé a despedazar su propio cuerpo,
En un ataque de suicida salvación
Y así poco a poco me voy deshaciendo.

Cómo explicar que esa pérdida de vida
Esas arrugas marchitas por los recuerdos,
Esos retazos de sueños;
yo los curé, yo los mimé,
Yo los desprecié,
pero siempre en otros.

Y esas nubes de polvo que ciegan parecen de ensueño,
Y el suelo tan cercano a mi nariz me está golpeando,
Pero hace tiempo que mi cúpula se encerró
Aunque creo, en el fondo, que ni si quiera estoy dentro,
Que entre las marcadas arrugas de mi interior
me olvidé las llaves dentro de mi cajón,
mientras esperaba alzar un estrepitoso vuelo.

Y estoy exhausta de sentir que nada es comprensible,
que absolutamente nadie puede entender
Cuando sé de sobra que tampoco he dejado translucir,
Que mi entereza es un absurdo revólver de misterio
Que dispara única y exclusivamente al letargo de mi consciencia,
Y yo caigo revenida,
Y me visto con las sombras, las invito a bailar
Y no hay pista de baile más comprimida
Que mis lágrimas en este mar de sal.

Amor, ya no puedo quererte,
ya no estoy.
Espero que lo entiendas, porque yo no sé hacerlo.
¿Juegas conmigo? ¿Me arañas a palabras?
¿Me describirías?
Porque lo que en realidad me da miedo aceptar,
lo que no sería capaz de conocer,
Es saber que si no estoy, es porque nunca existí,
porque como todo al final,
nunca conseguí ser de verdad.