Al mundo le hace falta ser más directo.
Ir de frente y sin rodeos,
comerse la tierra envenenada
cuando la haya arrancado de raiz;
echar de menos
y no parecer que echa de más.
Aprender
que depender de los demás
no nos hace menos capaces,
ni menos libres;
si bailar nuestro compás
y seguir a nuestros pies
se vuelve prioridad,
y no escondrijo de impulsos
a olvidar.
Contemplar
que la ofensa no es la palabra necia:
es el oído sordo;
porque más vale desdicha
y dureza sincera,
que elogio barato
y beso de Judas.
¡Atrás!
No quiero más sonrisas,
y duchas de aguarrás,
y trozos de cristal
en la espalda y en la luna.
Vísteme despacio, que tengo prisa,
desnúdame, que quiero ir lento;
y caminar muy poco
pero de verdad.