Qué duro se vuelven tus ojos cuando te clavan la mirada
dentro de las costillas, te miran fijamente
te ven
qué duro ir negando lo indecible
lo irremediable
y recorrer angostas calles por estar perdida
qué duro no saber reconocerse
porque un día dibujaste en el espejo
un retrato de viejos y angostos fantasmas
de enterrados deseos
ese retrato que te hiciste como recordatorio
y que reinterpretaste como tu semblante
qué duro
qué amargo huir(te) del vacío y de lo lleno
uno por lo oscuro, lo otro por la luz
uno por el miedo, otro por chocar
con tus cristales,
parar a mirarte y (a)sentirte completa
qué difícil vivirse sin conocerse
qué difícil conocerse sin perdonarse
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