Vivir sin sentir sería un sin sentido

"Sé el cambio que quieres ver en el mundo"


Pequeñas pinceladas literarias de rápido consumo


sábado, 15 de junio de 2013

Oxidada

Angosto. Intenso. Ensordecedor. Embriagador. Frágil. Idílico. Lágrimas putrefactas escapando de la cerradura de mi anestesiado y podrido corazón. La oxidan. La debilitan. La rasgan hasta abrirla. Miles de sentimientos, sensaciones, emociones guardadas en los baúles más antiguos y olvidados vuelven a resurgir. No me atrevo a reflexionar sobre ello. Ni tan si quiera soy capaz de entrever si me gusta volver a tener llena el alma, aunque sea de "quizás", o de vanas prohibiciones. Tan solo imposibles, prados llenos de hojas en cuyo envés llevan escrito "no puede ser". Pero prados irresistibles, cómodos y óptimos para despertar el subidón de adrenalina necesario para tener una vida completa. Sin embargo, no es difícil percatarse de la realidad de aquellos bosques, todo ápice que me rodea está lleno de pequeños cristales. Trozos casi invisibles de vidrio que perduran y rompen la magia, recordándome que aquello no es para mí. ¿Por qué iba a serlo? ¿Lo merecía? ¿Desde cuando lo mediocre merece algo idóneo? Me asiento, me tumbo, me duermo. El aire acaricia mis mejillas, me impide despertarme. Puede que sea casualidad, puede que Dios me esté ayudando a que aquellos momentos de dulces mentiras prevalezcan en la medida de lo posible. Despierto. La cerradura está intacta de nuevo. La llave, en el prado. Tal vez alguien paseando la encuentre, y vuelva a abrir la cerradura. Mientras todo lo que haya dentro sea negro, opaco y vacío no hay problema, solo hay que esperar a que vuelva a cerrarla por asco, decepción, o en el peor de los casos, miedo. Me seco las lagrimas, ahora solo agua salada. La única prueba material de lo ocurrido. Proceso de congelación completado.

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