Vivir sin sentir sería un sin sentido

"Sé el cambio que quieres ver en el mundo"


Pequeñas pinceladas literarias de rápido consumo


viernes, 29 de mayo de 2015

De espejos y de almas

Un espejo. Un reflejo de nuestros ojos, y nuestras pupilas uno de nuestra alma (si es que tuviésemos). Cuántas veces habremos oído esa frase, que somos un espejo del mundo, que lo que nos rodea nos influye en una simbiosis mutua (de alguna forma tú también retocas la circunstancia, dotándola de ciertos colores, moldeándola y ajustándola a la forma de tus manos).
Un espejo. ¿Por qué podríamos, además, serlo? ¿Cómo identificarnos con el brillo plata de sus rasgado cuerpo de mercurio? ¿Y si hay que cambiar la perspectiva? Tal vez no se trate de encontrar las similitudes del mundo detrás de nuestros actos. ¿Y si es el mundo el que se ajusta a nuestro carácter?
Tantos adjetivos, tantas maneras de definir, de etiquetar, de separar y ordenar cada ápice que observamos. Orden como necesidad, no lo niego. ¿Y en base a qué conseguimos esquematizar? ¿Cuáles son las características que tratamos de buscar en todo lo que analizamos? ¿Qué es lo que resurge en una palabra, una sonrisa, una mirada, una ráfaga de viento rebelde; que hace que automáticamente le apliquemos una idea al objeto en cuestión, y contribuyamos a nuestra construcción del mundo?
La existencia es ardua, nuestra imaginación limitada. Encontramos en las personas diferentes rasgos que hace que los reconozcamos de cualquier otro ente posible. Hipocresía, rebeldía, bondad, belleza, inteligencia, perspicacia, rudeza... son algunos de los aspectos que nos gusta aplicar y permanecer así tranquilos, en sinergia con el mundo y con nosotros mismos, preservando esa ingenua seguridad que se convierte en una necesidad ciega para continuar el camino.
Definir a alguien con ciertos adjetivos es reduccionista, ya lo sabemos. La pluralidad del ser humano se adivina entre cada conversación casual, entre las distintas reacciones al mismo estímulo. Miles de facetas para un mismo cuerpo, a veces tanta paradoja me resulta fascinante y otras frustante. Paradójico también.
Todo esto me lleva a pensar que cada proceso de diferenciación que usamos para calificar es fruto de nosotros mismos. Que nuestra capacidad para observar cobardía en algunos, hipocresía en otros, y amabilidad en otros cuantos; no es más que la potenciación y personificación de un rasgo que sabemos se encuentra en este alma nuestra que en ocasiones me sorprende que pueda caber en nuestro cuerpo. ¡Somos todo y no somos nada!

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