Engendro de malicioso porvenir escondido, que trazas alienantes surcos y ramas fulgurosas. Puedo sentir el lento y marcado paso de tus miles de brazos acechando, nunca con prisa pero siempre pausadamente; tiñiendo el cielo de un añil miedoso, un amarillo tétrico. Un hedor pesado se extiende a lo largo de un cielo pedregoso y asfixiante, una niebla espesa recubre toda la vieja ciudad, con los cansados espasmos de vida que traza el contorno de sus calles; y parece que quiere ocultar las cuchillas de tu dentadura de resquebrajado cristal.
Y es absurdo cómo tus náuseas se reproducen, y suben y bajan; y todo parece continuar aún en situaciones completamente ajenas y diferentes. Pero ahí te encuentras, ahí te alzas, ahí me asesinas.
Aquí me presento más que antes, y más que nunca; viva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario