Ahora lo sé,
que el cuadro estaba del revés.
Es sencillo,
el paisaje conservaba la luz,
seguía con sus pasos marchitos;
con la mirada llena del deshielo,
en el infinito amor del sueño;
con nuestras manos arañándose,
y suplicando entrelazarse,
sin saber quién es el dueño.
Ahora lo sé,
que el cuadro miraba al suelo.
Iba hacia abajo, a la deriva;
la verdad, no se lo niego.
Pero incluso en esa dirección,
en la antología de los errores,
en la colección de lágrimas
de nuestros ojos cantores;
crucifica mi osadía,
bebe de mi volátil inocencia,
que con su hoz me lapida;
pero créeme,
había brillo indemne
en el fondo de nuestras pupilas.
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