sin ser pescado inerte,
no empecé por las espinas,
no dolió esta primera vez.
Para recrearme como pez,
empecé por jugosa carne,
blanda y feliz se erguía,
hermosa y pálida su tez.
Carne de niño alegre,
con risueñas mejillas rojas.
Carne de cañón, reía;
jugosa, brillante palidez.
Ya llegaban sin saberlo,
las espinas sin dueño,
respirar aún puedo, creía;
sin poder conciliar el sueño.
Carne y espinas encuentro,
en sinergia de la mano.
Carne y espinas, unidas;
separarlas ya no puedo.
Debiste coser la piel, niño;
que la carne se forja a besos.
escamas, coraza de sonrisas;
piel que protegiese tus huesos.
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