Vivir sin sentir sería un sin sentido

"Sé el cambio que quieres ver en el mundo"


Pequeñas pinceladas literarias de rápido consumo


sábado, 12 de septiembre de 2015

Los 3 infinitos.

Algún día os hablaré de los infinitos que nos conforman poco a poco, sin que nos demos cuenta pero sin demora. Porque si bien el alma y el infinito, al igual que la verdad, son monedas con miles de caras, monstruos que se visten de seda o ladrones con un corazón de oro, es decir, océanos que cambian de color según los iris que los observen; todos aguardamos ese inicio común de construcción repetida e irrepetible (porque sigue y sigue en el tiempo pero siempre diferente, a veces sorprendente), esa escalera cuya dirección y sentido desconozco, pero sé que los peldaños se van añadiendo simultáneamente uno detrás de otro de manera... ¡Sí! infinita.

Y encontramos entonces el primer infinito: no es nada más (ni nada menos) que nosotros mismos. No porque no podamos delimitarnos en nuestros contornos. Ser, somos. Pero en esa profusión de cambios que acontecen a lo largo de nuestra vida vamos integrando nuevas perspectivas; nuevas formas de mirar que, o nos resultan más vivaces, o nos ayudan a no desmembrarnos. 

Pero como ya sabemos que la verdad es fugacidaz y luciérnaga, las perspectivas de cada persona sobre el infinito de tu fuego interior son tan diferentes como distintos y únicos lo son ellos mismos. Ya se sabe que el "zoom" de nuestras pupilas viene de nuestras propias vivencias; una cámara que acerca, aleja, transmuta e incluso transgrede lo que tiene delante. Ya tengo mi segundo infinito: la gran variedad de perspectivas que tiene el mundo sobre el infinito de una persona. 

¿Y cómo es eso posible? ¿Es acaso culpa y condena de uno mismo el andar cegados en nuestras interpretaciones por la experiencia que hayamos vivido? Sí y no, pues no es sólo el foco donde se proyecta sino lo que se proyecta en sí. Si nos ven diferentes es porque nosotros mismos entregamos pequeños trozos de infinito a cada persona que se cruce con nuestros pies (y nuestro corazón). Pequeños y distintos trozos de alma, todos infinitos también, que se alimentan de la persona que los recibe, pues es ella misma la que logra sonsacar esa frágil llamarada de la hoguera. He aquí mi último infinito: mi yo peculiar con cada infinito con el que tengo la suerte de entrelazarme.

Algún  día os hablaré de por qué no temo entregar infinitos a los besos que me dejan sin aliento, si con ello puedo seguir al final, de una forma u otra, siempre construyéndolos. Construyéndome.

3 comentarios:

  1. ¿Y el infinito de lo que podría ser y no ha sido?

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    1. Entra dentro de nuestro infinito: existe en nuestro interior, en la imaginación.

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    2. Entra dentro de nuestro infinito: existe en nuestro interior, en la imaginación.

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