Qué sobrecogedor este mundo, cómo te quita y cómo te otorga sin tú quererlo; a veces manos vacías, descoloridas o sucias, otras parece que por sí solas respiran.
De vez en cuando nos sueña y otras nos marchita, pútrida flor desgastada, viento de poniente que a veces vaticina y otras se arremete. Cuántas veces yo soñé con tenerme entre mis brazos mientras me hallaba en la mar perdida. Entre las olas frías, entre la sola muerte y soledad la mía.
Y en esa inesperada calidez que se revuelve y se hace de rogar me aparezco casi divina, brillante tez que deslumbra las pupilas y tracto desnudo que me teje. Y entonces sé que cruzaría viejos y mares (y mares viejos) en (mi) busca de herejes, en busca de rías, y de fosas vacías con las que luego atacar a la muerte.
Buscaré que me enredes, buscaré la salida.
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