Seguimos siendo esclavos
del tiempo que nos rodea,
del presente,
siempre entre nosotros
a cuestas.
Quién seré yo
sin el que al lado me sonríe
y despeja,
acaso no seremos el mismo
si compartimos el viento,
las mismas calles
y aceras.
Paseo de gracia entre bostezos:
las mañanas húmedas,
los angostos parajes,
los mensajes de texto;
el libro olvidado, el verso;
y la misma angustia
de que no existo sin aquello,
de que no soy nada
salvo espejo.
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