Ya lo sabes, para qué contarte que ese cristal imperecedero puede estallar en trozos diminutos con un simple gesto, una palabra cargada de fusiles inesperados.
A veces me cuesta explicarte que consigues que no se vuelva a crear otro castillo de cristal más opaco, menos frágil, más imponente y difícil de despegar. Que la ola que desborda el rubor de tus mejillas al reír, o la absurda comprensión emanando entre nosotras, resurgiendo entre frases que son algo más que frases, entre silencios de abrazos que sin serlo dan más calor; es siempre tan comprensiblemente incomprensible, tan fugaz y tan intensa, que me desbordo por las esquinas, que exploto caminando contigo por las calles de Madrid.
Y sé que tiendo a personificarlo todo, pero juraría que el brillo de nuestros ojos al conversar, esas luciérnagas que destierran sombras; se entrecruzan, se dan la mano,y buscan ese onírico paisaje que sólo nosotras sabemos dibujar.
Y ahora lo único que deseo es que esto suene tan natural como eres, como somos.
Como, espero, seremos.
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