Se fue como el viento torrencial que trajo a mi vera
a llorar a las nubes,
y limpiar las calles,
que de trozos nuestros pintaban las aceras
y las hacían un poco más lúcidas,
intensas,
y verdaderas.
Pero se fue como las luciérnagas de sus pasos,
fugaz,
como el empuje de sus brazos a mis esquelas,
su forma de romper la rutina,
y los esquemas.
Tan bruto era su camino,
que al andar te arañaban sus grietas
y te susurraban sus huídas,
sus silencios,
sus barreras.
Hay senderos demasiado angostos,
pero el tuyo tenía esa mezcla letal;
esa azarosa manera
de combinar
la luz de la utopía,
con el viento de la escasez
y la brevedad.
Hay sombras llenas de monstruos,
hiel llena de gritos;
pero las hay que son blancas y pulcras
y se visten del negro de los miedos,
y el frío las dudas.
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