alzar el vuelo;
donde las palabras no han sabido tocar.
Y desperté, ´
mirándome las alas rojizas,
aún llenas de tus vástagos sueños.
Me besaste y yo creí
que a pellizcos conseguiría
la chispa que arde,
las cosquillas de mirar adelante
y no sentir la necesidad de mirar hacia atrás,
la electricidad de nuestros pulgares
al rozarse.
Me besaste y yo soñé
que volaba por el cielo,
pero al despertar
me sentí sólida y concreta,
con la serenidad de la desgana;
me vi las alas aún inertes
de herrumbroso metal.
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